sábado, 26 de marzo de 2016

Arriba, abajo, al centro y pa’ dentro: Control social, resistencias y cultura popular a través del alcohol en el Chile Colonial


Ignacio Tapia Gatica
 Pontificia Universidad Católica de Valparaíso


Chingana en Tres Puntas, 1852

El consumo de bebidas alcohólicas es tan antiguo como lo pueden llegar a ser  las sociedades, y más aún, estas bebidas  han llegado a convertirse en elementos primordiales en ciertas culturas. La bebida alcohólica, básicamente proviene de cualquier alimento que pueda ser fermentado, es así como podemos encontrar tantas bebidas alcohólicas como culturas existan. Casos como el sake japonés de la fermentación del arroz, el vodka ruso que proviene de la papa, o la tradicional chicha de uva en Chile, dan cuenta de algunos ejemplos de la diversidad y facilidad con la que se pueden producir estas bebidas.

El uso de los brebajes también varía mucho dependiendo de quienes sean los que la utilicen. Y precisamente, luego del choque cultural que implicó la Conquista, del encuentro de estas dos tradiciones frente al alcohol, surge una nueva forma de cultura y por lo tanto, un nuevo sistema de relaciones entorno al alcohol que encontraríamos en el grueso del “bajo pueblo” de la sociedad colonial americana: los mestizos.

He considerado que en los estudios sobre la Colonia en Chile, los temas relacionados con el alcohol han sido abordados mayoritariamente en relación con el relato lúdico y pintoresco que significaron las chinganas y ramadas en correspondencia con el surgimiento de tradiciones nacionales y, en menor de medida, episodios de violencia y la condena por parte de las elites hacia este tipo de costumbres. Pero en mi caso quiero abordar esta temática haciendo énfasis en que en todo este proceso de la Colonia y re-significación del uso del alcohol, siempre ha estado vinculado a las relaciones de poder (en las distintas elites del momento), que independiente del jolgorio o las prácticas cotidianas, ha sido constante el control social mediante el alcohol, desde los indígenas de la encomienda, pasando por los peones de la hacienda, hasta los mineros del norte, y también el descontrol producto del consumo de éste.

La interrogante es pues ¿Fue efectivamente el alcohol un medio de control social utilizado en contra del “bajo pueblo” por parte de las elites? O en vista de las fuentes halladas ¿es posible ver el alcohol como un medio de resistencia (directa o indirecta) del “bajo pueblo” por formarse en contra de lo pretendido por las elites? La respuesta podría ser doblemente afirmativa, en cuanto efectivamente hay momentos en donde se exteriorizan de manera más fuerte los propósitos de la elite a través del disciplinamiento u otros métodos. Y por otro lado, también existen momentos donde es posible apreciar esta “resistencia” –de manera mucho más inconsciente- en dejarse formar por la elite, especialmente en aquellos momentos que del control efectuado por el alcohol se pasa al descontrol que ni las autoridades logran contener. En esta dialéctica se mueven los actores sociales. Hacia la búsqueda y explicación de estos momentos apunta esta investigación.

El trabajo estará dividido en tres grandes apartados divididos en sub-apartados. El primero con el título de Arriba, dedicado al control social a través de la manipulación del alcohol en distintas instancias de la Colonia, con un preludio a la sociedad colonial, se comenzará por las relaciones del mundo indígena con el alcohol y las repercusiones de la Conquista, del cómo se impone la noción occidental acerca del alcohol y el sistema de encomienda del siglo XVI, que pasa por la hacienda de los siglos XVII y XVIII, y con los trabajadores nortinos de fines del XVIII e inicios del XIX, a la vez que se relacionan estas instancias con el control que también se da en la ciudad, en pocas palabras, las relaciones de poder existentes por parte de las elites locales entorno al alcohol. La segunda parte del trabajo designada Abajo, que vendría a analizar a la cultura sub-urbana que se va gestando fuera del trabajo, de actividades colectivas, y en la creación de tradiciones como consecuencia de su contexto, en donde también se analizarán las relaciones de violencia y evasión producto de las condiciones de vida del “bajo pueblo” colonial. Una vez estudiada la esfera de la elite y la esfera del “bajo pueblo” (del primer y segundo capítulo respectivamente) se abrirá paso al tercer apartado denominado Al centro y pa’ dentro, dedicado al choque de estas dos esferas, a la oposición de la elite por las prácticas del “bajo pueblo” y a las resistencias de este mismo por dejarse moldear por ellos.

Entendiendo a la Colonia como un periodo que fluctúa entre el siglo XVII (cuando se estabilizan las fronteras) y hasta la formación de la República (durante el primer tercio del siglo XIX) haciendo el reparo de que a pesar de no tratarse de la Colonia propiamente tal, muchas prácticas que se realizaron durante ella se mantuvieron durante la incipiente República, y entendiendo que se vive de manera distinta dependiendo del lugar, se hará uso del estudio de casos. Por lo que esta  investigación no busca crear descripciones o leyes generales de la vida en todo este periodo, sino que a través de estas pequeñas muestras de casos, construir una idea sobre las relaciones sociales a través del alcohol en la Colonia.

***

Arriba
“Tomamos drogas de esclavos: son drogas para trabajar mucho y pensar poco.
La cafeína estimula los músculos, pero no el cerebro,
y el alcohol embota la mente.”
Joseph M. Fericgla.
Un breve preludio al Chile Colonial

La relación de los pueblos precolombinos con el alcohol dista mucho de la relación que nosotros podríamos tener con él. Tanto en sociedades mesoamericanas como andinas el vínculo con el alcohol era más bien espiritual, con un predominio en el uso de la chicha en el caso andino, se utilizaba para hacer posible el alcance de estados de inconsciencia y éxtasis en los cultos, de manera que su consumo era imprescindible para conectarse con su mundo espiritual y en los diversos actos colectivos[1].

Los mapuche preparaban el muday, que es un brebaje producto de la fermentación del piñón o el maíz[2], el cual se utilizaba con fines sociales y religiosos, teniendo en cuenta que lo espiritual se hacía presente en gran cantidad de aspectos de la vida del mapuche, vemos esta chicha presente como parte de las ceremonias comunitarias como el nguillatún, funerales, machitún, etc., o en festividades entre linajes para mantener y reforzar la cohesión étnica[3] y simbolizar la unidad entre las familias[4].       

Con la llegada de los españoles, junto con la entrada de tragos más fuertes también trajeron su diferente cultura entorno al consumo del alcohol, mucho más terrenal que con la Conquista, a los indígenas que quedaron bajo el sometimiento español o que mantuvieron relaciones “amistosas” con ellos, banalizó las concepciones frente al alcohol, lo que les hizo caer en el vicio, como muchos otros pueblos que tuvieron contacto con los occidentales. La encomienda en América favoreció la introyección de prácticas culturales y de dominación hispana (también a los descendientes mestizos), lo cual no implicó tan solo un dominio de tierras usurpadas a ellos, sino que también –por el trasfondo sociocultural recién visto- conllevó a una conquista espiritual.

El problema actual del alcoholismo en los pueblos indígenas no es un problema local de cada uno,  sino que responde a este importante papel que tomó la utilización del alcohol como herramienta de control de las mejores tierras y servidumbre de ellos. Necesitando una mano de obra cautiva, se les pagó en alcohol, desde entonces el alcohol debe ser entendido como un elemento que oprimía y sometía a los indígenas manteniéndolos atados en sus terrenos sin que pudieran rebelarse, a través de métodos sincréticos como la manipulación de la religión y la ley, perpetuándolos como una gran masa trabajadora[5]. Este patrón de prácticas y de control a través del alcohol lo veremos presente por mucho tiempo en los siglos posteriores a la Conquista.

Antes de continuar con el estudio en la Colonia propiamente tal, es necesario señalar que el actual problema del alcoholismo en los pueblos indígenas, es percibido como un problema ahora, como consecuencia de un proceso histórico-social, donde el código de valores predominantes y lente sobre el cual miramos el asunto, es el occidental. Si entendemos esto, es posible comprender lo que dice el antropólogo, y es especialista en materia de enteógenos, Joseph M. Fericgla sobre cómo se percibía el consumo de drogas (en nuestro caso, alcohol) en las culturas precolombinas: “...en los pueblos habitantes de nuestra América precolombina, el consumo de drogas constituiría un elemento central al momento de comprender los métodos de subsistencia, las relaciones ayuda y curación, la memoria colectiva y los sistemas de toma de decisiones (…) en la población indígena y mestiza americana.” Por lo que “el problema” del alcoholismo no existiría aún, sino hasta la llegada de un nuevo orden cultural que significó el proceso de Conquista y Colonización[6].

Alcohol y poder

Comprendiendo que estas relaciones se remontan a los orígenes del contacto hispano-americano, será más fácil asimilar por qué luego estarán tan vinculados por un lado los grupos dominantes con la producción, monopolio y mantención de la industria alcoholera, y por el otro, los grupos subalternos que, vinculados al sistema impuesto[7], también serán factor impulsor de la creación de una persistente tradición etílica.

La hacienda, expresión del poder rural durante la Colonia, nos da luces de la relevancia que tomó el alcohol en las relaciones laborales dentro de ella. El siguiente caso a estudiar corresponde a ser de San Juan de la Frontera, ubicada en la actual Argentina, que correspondía a ser parte del Chile trasandino colonial hasta el 1776 (año en que la Intendencia de Cuyo fue separada de la Gobernación de Chile y fue integrada al Virreinato del Río de la Plata, como parte de la provincia de Tucumán).

En San Juan de la Frontera como en otras regiones, era común  la práctica de que los peones de la hacienda cobraran una mitad de su salario en plata y la otra en productos de la pulpería, de estos últimos en las cuentas de los peones en las pulperías es posible apreciar que el aguardiente formaba parte del consumo común de ellos, el cuadro adjunto es de un peón conchabado en una hacienda en marzo de 1757, bajo este sistema de pago[8].

Por lo tanto es posible observar aún que, después de la encomienda con los indígenas, el alcohol sigue funcionando como medio de pago ahora con los mestizos. Es claro que en una localidad tan alejada del centro (por la cordillera de los Andes) y en tiempos donde lo urbano aún está en estrecha relación con lo rural, el poder de las elites se ve incrementado cuando estas, siendo dueñas de las haciendas y pulperías son también participantes en la toma decisiones de los cabildos. La reglamentación y disciplinamiento de la vida social en la ciudad dependiendo de ellos, es total.

La concentración del poder político y el monopolio los recursos lo eran todo, por lo que poco le quedaba al pueblo de instancias de verdadera autonomía frente a los hacendados. Por su parte, los mecanismos de control que tenían los propietarios de las haciendas sobre el campesinado no se quedaban tan solo en el plano rural, como en el caso de San Juan, las elites se valen de todos los medios posibles (instituciones, espacios, objetos, etc.) para perpetuarse en el poder y ejercer su control sobre la población, como veremos a continuación.

Siendo la producción de vino y aguardiente la base sobre la cual se sostenía la aristocracia señorial, ésta se expandió hacia otros puntos desde los cuales dominar. El primer espacio –formal- desde donde esta oligarquía local actuaba era el cabildo, es decir, los mismos productores de viñas, aquellos que eran dueños de pulperías en las cuales a los trabajadores les pagaban una parte en dinero y la otra en productos de la pulpería (únicos locales donde abastecerse en aquella aislada localidad, recuperando así el dinero empleado en salario), eran los mismos quienes tomaban las decisiones respecto a los asuntos de la ciudad. Llegando así la reglamentación y el disciplinamiento a espacios de sociabilidad popular como lo eran las pulperías, teniendo a su disposición a la fuerza policial y a la justicia para determinar el cómo se va a llevar a cabo la vida dentro (horarios de uso, cierre de algunas, prohibiciones de venta, etc.) y fuera de las pulperías (celebraciones religiosas y populares)[9]. El cuadro anexado muestra las rotaciones y relaciones entre los cargos, en los cabildos y ser dueños de una pulpería, recalcando la importancia de estos almacenes y su lazo con el poder político[10]:

Es necesario destacar que siendo en aquel entonces San Juan de la Frontera parte de la Gobernación de Chile, podían pasar muchos meses con el paso por la cordillera cerrada por las condiciones climáticas, por lo que el poder y autoridad de la que gozaron estos hombres se vio ampliamente incrementada, por lo que tampoco sería de sorprender los casos de abusos de poder y evasión a las leyes  por la falta de fiscalización (como con los impuestos, aprovechándose de su aislamiento)[11].

Ya vimos cómo el alcohol pudo formar parte de la normalización de la vida laboral a través del salario con los campesinos en las aisladas haciendas de San Juan, y ahora paralelo a esta ciudad, encontramos el Corregimiento de Coquimbo, ubicado en el Norte Chico de Chile. Allí  se extraían recursos de tipo agrícolas y mineros, en donde vamos a encontrar este mismo patrón de pagos en alcohol, y cuyas fuentes nos podrían ayudar a respondernos del cómo hacían para mantener a los trabajadores en sus puestos de trabajo.

El Corregimiento de Coquimbo durante el siglo XVIII llevó a cabo un importante desarrollo minero, lo cual provocó que la demanda de trabajo fuera mucha y la mano de obra poca, por lo que los grandes hacendados y empresarios mineros se hicieron de los mecanismos posibles para atraer y mantener la mano de obra existente. Al igual e incluso más que en San Juan, los empresarios hacían uso de la venta deliberada de licores a fin de mantenerlos en sus faenas, siendo conscientes de que aquello conlleve un aumento de la violencia y una disminución de la eficiencia en el trabajo (esto se entiende debido al temor a que se vayan a otras faenas). El alcoholismo aquí llegaba a niveles alarmantes, por lo que un factor que mantenía a los trabajadores fuertemente atados al patrón era precisamente la adicción. Se realizaban actividades de premiación con alcohol para retenerlos incluso los días festivos, donde ya no solo el vino era un incentivo por el cual trabajar (trabajar para beber), sino que se convertía en el motor para poder trabajar (beber para trabajar). Así es como atestiguaron Miguel José de Lastarria y Juan de Arcaya, quien dejó registros de situaciones en donde se utilizó el alcohol a beneficio de los empresarios y en perjuicio de los trabajadores. Lastarria, un funcionario público, describe la práctica de la venta de licores de las pulperías las cuales son dueños los mismos empresarios, mientras que por su parte Juan de Arcaya, un vecino del mineral Petorca, detalla que: “…elevó una representación en nombre de su hijo Gaspar, pidiendo que se le permitiera vender vino y aguardiente en su estacamina, argumentando que la fuerte inversión que había hecho, lo obligaban a retener, por todos los medios, a los peones[12].

No es tan descabellado pensar que este tipo de prácticas son más comunes de lo que parece si miramos el contexto y panorama general  de la América Hispana. Por ejemplo en el Nuevo Reino de Granada hacia el siglo XVIII, las autoridades coloniales, después del fracaso en la prohibición del consumo de chicha y de las chicherías (lucha que duraría un largo periodo de tiempo), al darse cuenta que era un negocio rentable, tanto el Cabildo como el Hospital San Juan de Dios de Santafé (de la Iglesia) desarrollaron muchos locales de chicherías, es decir, promovieron su venta. Por las ganancias, les favorecía la venta de éste, por lo que se toleró, pero aun así no se dejó de criticar su consumo, demostrando las contradicciones de la elite entorno al asunto[13].

Abajo
“¿Y qué mejor manera de superar una barrera cultural
que a través del murmullo de una botella,
especialmente una botella de algo local?”
Lawrence Durrell.
Creación

Sabemos que el proceso de mestizaje no consiste tan solo en la mezcla genética de distintas razas, sino que también implica la confluencia de tradiciones y gestación de una cultura nueva. Las instancias para generar esta nueva cultura puede tener muchas aristas; desde los encuentros de tipo violentos con el Otro (como el cambio en tácticas militares), hasta algunos más “pacíficos” y largoplacistas (como los sincretismos religiosos), por lo tanto todos estos cambios responden a tiempos y espacios en específico. Sabiendo que el objeto del presente estudio es el alcohol, me he atenido para este subcapítulo a acotarme principalmente en un solo espacio social: la chingana.


Las chinganas, más propias de la zona centro del país, eran espacios de encuentro y sociabilización mucho más improvisados y menos reglamentados que las pulperías, y por ende, en su mayoría eran clandestinas, claro que las habían unas de tipos más formales que otras, por lo que habiendo chinganas para grupos más adinerados, se podían hacer diferenciaciones sociales a través ellas. Pero para la masa de campesinos, la chingana era el principal espacio de diversión para la época en estudio. De predominante tradición rural, éstas, tenían mucha relación con las temporadas y tareas agrícolas, ayudándoles a los campesinos a sobrellevar la dura vida, y a veces para contenerlos, los hacendados dejaban el funcionamiento de chinganas en la hacienda. En las chinganas principalmente se bailaba, se cantaba y se bebía, llevándose claramente el protagonismo el alcohol[14]. Las chinganas como espacios identitarios populares, tomaron un rol fundamental en la  concentración de la cultura campesina[15], desarrollándose de manera autónoma muy por el contrario a lo que podían pretender las elites (que las consideraban “inmorales” y fuente de desmanes), a tal punto se introdujo en la cultura popular que no pudiendo contra éstas, fueron integradas como parte de la cultura nacional nacional[16], trayendo consigo a la zamacueca, las payas,  las fondas (que fueron las que redujeron y desplazaron las chinganas finalmente), etc.

Violencia

Si bien, a lo largo de todo el trabajo se puede encontrar de manera explícita o implícita el tema de la violencia, en este apartado denominado Abajo y dedicado al “bajo pueblo” (en función del alcohol) se analizará pues, este tema.

Diversos son los trabajos, en que ya queda más que comprobada la relación alcoholismo y violencia. El historiador Jorge Pinto para el caso chileno en el norte del país (Corregimiento de Coquimbo) en el siglo XVIII, como causantes de la desproporcionada violencia en esa zona, suma a otros factores externos como la dureza de la vida (condiciones laborales, mala alimentación), la desintegración de la vida familiar (crímenes pasionales), y las conductas patológicas (que no fueron tratadas, y que a la vez son consecuencia de la suma de los demás factores), aumentaron considerablemente la capacidad de reaccionar de manera violenta en una persona, exaltándose en sobremanera en situaciones que pueden considerarse normales, desencadenando en estrepitosos hechos de violencias, como asesinatos. Sorprenden los casos hallados por Pinto, como por ejemplo: “Pedro Miranda, vecino de Samo Alto, intentó asesinar a un pobre campesino del lugar  por el solo hecho de no haberle cancelado $6 que le debía, a propósito de lo cual, una vez fallido el intento, procedió a incendiarle la casa[17].

De los actos de violencia que se refiere Pinto, principalmente se trata a nivel de rencillas entre trabajadores o revueltas que se generan contra los patrones. Pero la violencia también se da dentro de la casa, en la familia, y sobre eso los archivos judiciales también han dejado huella, aunque si bien presentan el sesgo que al ser de índole  judicial siempre estarán enfocadas en encontrar un delincuente y un delito, y, siendo en la mayoría de los casos autoridades coloniales los que registran a los delincuentes, en su mayoría del “bajo pueblo”, sería usual encontrarnos con descalificaciones[18].

Ahora bien, independiente del lugar y grado violencia que existió, el alcohol siempre fue el que lideró el número de acusaciones y ha sido muy común, según la revisión de expedientes judiciales,  que los agresores hayan atenuado su actuar debido a saberse haber estado bajos los efectos del alcohol y por esto mismo, al no recordar lo cometido.[19].

Evasión
            Muy relacionado con la violencia, el alcohol se presenta como un elemento que: “… producía muchas emociones y sentimientos diversos: liberar tensiones o violencia reprimida, desatar la euforia y alegría, extasiar sentidos o “ahogar las penas.”[20]. Esto queda muy bien expresado en una canción ya de esos tiempos:
Póngale chicha a los vasos,
póngale y póngale más,
tengo el corazón partido
y en chicha lo quiero ahogar[21].

Al centro y pa’ dentro
“No existen relaciones de poder
sin resistencias”
Michel Foucault.

De oposiciones, contradicciones y resistencias

Como hemos visto desde el primer apartado, las elites han utilizando todos los mecanismos posibles para hacerse con el poder,  atraer y atar a los trabajadores en sus propiedades, utilizando el pago en alcohol y el control en sus espacios de diversión, la imposición de celebraciones y la prohibición de otras[22].

Por su parte, para el “bajo pueblo” la significación del alcohol iba por su valoración como elemento que unificaba, con el que se alegraba y se olvidaba, pero a la vez descontrolaba y vulneraba. Se convirtió en la causa, y la adicción a él en la consecuencia del trabajo, debido a esta gran relevancia que tenía el alcohol en el diario vivir del “bajo pueblo” es entendible el porqué de las resistencias y su “defensa” en extremo de su consumo por ser eje cohesionador en torno al cual giraba la tradición. Por eso es que a pesar de lo estudiado de parte de las elites, el “bajo pueblo” tampoco se dejó controlar tan fácilmente, ya sea de manera consciente o inconsciente, da muestra de generar una resistencia frente a las pretensiones de las elites, y esto lo podemos notar especialmente cuando a los trabajadores les tocaban sus espacios de libertad, sus festividades, cuando le quitan el acceso al alcohol, como lo han relatado diversas fuentes. Estas resistencias las podemos apreciar en la persistencia por mantener festividades, tradiciones, y en las mismas revueltas que en más de una ocasión  hicieron ceder a las autoridades frente a la tradición popular.

Claudio Gay, connotado científico francés contratado por el estado chileno para realizar una historia natural de Chile, describe al punto que pueden llegar las tensiones entre el campesinado y los hacendados a causa del alcohol, cuando escribe sobre el sistema comunitario de trabajos en las haciendas en que los peones se rotaban de hacienda en hacienda realizando trabajos siempre y cuando estos tuvieran fiestas de por medio (a modo de pago). Sin embargo en ocasiones cuando los hacendados se negaban a realizar las cosas a través de este sistema: “Los mismos hacendados se ven con frecuencia en la necesidad, y tambien por la fuerza de la costumbre, de regalarles algunos cántaros de vino ó de chicha y algunos víveres por mas que este acto de generosidad sea siempre perjudicial á sus propios intereses.[23]. Destaco la fuerza de la costumbre porque en este caso existe un entendimiento del grupo hacendado acerca de la relevancia que tenía la existencia del elemento  alcohólico para realizar las tareas laborales, por lo que ceden. No así el grupo empresarial de a mediados del siglo XIX que presentaron incapacidades para controlar a los trabajadores no acostumbrados a las formas industriales modernas, quienes se opusieron incluso través de la resistencia directa para proteger sus formas culturales pre-industriales[24]. Un caso como este lo relata una carta del Subdelegado de una minera (Mineral El Romero): “Me dirijo a Usted con motivo del levantamiento de los mineros que hubo el 18 del presente en la noche (…) La causa de esta sublevación fue originada por las mujeres acompañadas por hombres vagos que tienen ventas de licor públicamente y con el mayor escándalo: Además el toque de guitarra de día y noche sin límites, sin querer obedecer a la justicia cuando les manda que se recojan; (…) A las diez de la noche los ha hecho recogerse, y solo han obedecido hasta salir de las chinganas en alguna distancia pero como las dueñas de estas ventas han continuado el toque de vihuelas poco después que yo me he retirado de hacer la patrulla; y además a vender licor sin obedecer mi mandato, se reunieron nuevamente todos, resultando de esto un gran desorden…[25].

Por su parte las elites frente al tema del alcohol también presentan sus contradicciones dentro de sí, pues como hemos revisado en el presente estudio, quienes son el principal productor y distribuidor del alcohol durante todo este periodo, en casos como San Juan de la Frontera, el Corregimiento de Coquimbo o como atisbamos con el Nuevo Reino de Granada, apreciamos cómo son ellos quienes fomentan la venta del alcohol entre su población, pero a la vez son ellos mismos los que censuran su consumo, no haciéndose cargo de la adicción que ellos causan, disciplinándolos y atribuyéndoles características despectivas al pueblo como si se tratara de una atribución inherente a ellos por su condición social.
***

Conclusiones

Desde los inicios de los encuentros y desencuentros hispano-americanos, se gestó una confluencia cultural en que distintos elementos del  común vivir de las partes se fueron resignificando. En la presente investigación se hizo estudio de los usos del alcohol, desde las elites y el “bajo pueblo”, exhibiendo el uso del alcohol que tuvieron los primeros en función del control social de los segundos, esto principalmente reflejado desde el área del trabajo. Por otra parte se esbozó la significación que tuvo el consumo de alcohol para el mundo popular, comprendiendo así en parte el porqué de su atamiento al servicio de los propietarios, y la persistencia de ellos en mantener tradiciones en que el protagonismo se lo llevaba el alcohol y que en oposición de lo que querían formar las elites, a la larga (a coste de represiones y revueltas) terminaron formando parte de la tradición nacional[26].


La falta de fuentes desde el “bajo pueblo” en sí, es una limitante que no permitió hacer un estudio a cabalidad de una percepción más fidedigna del cómo ellos sentían y vivían todos estos temas, por eso se hace el reparo de mencionar el uso de fuentes de gente que no procede precisamente del grupo que se trabaja, creando un sesgo del que se espera que en otras investigaciones se logre solucionar con el hallazgo de las fuentes pertinentes. De la misma manera, se espera en investigaciones futuras profundizar en muchos puntos que quedaron en el tintero por la amplitud que se tomó en algunas partes, especialmente en la relacionada con el alcohol y la cultura popular: historia de la mujer e historia de los niños, solo por dar unos ejemplos, sin duda alguna deben tener mucho que entregar en las investigaciones relacionadas con este tema[27].

La pacificación de la Araucanía, señor Presidente, nos ha costado mucho mosto, mucha música y poca pólvora”, así lo afirmo Cornelio Saavedra, el comandante a cargo de la Ocupación de la Araucanía en el sur de Chile durante la segunda mitad del siglo XIX, reafirmando la decimonónica idea historiográfica del “indio flojo y ebrio”, como consecuencias de su vida “incivilizada”. Si bien, esta afirmación es insostenible en el sentido de que el conflicto con los mapuche fue mucho más complejo y violento de lo que se reduce en la afirmación[28], que no deja de dar constancia de una costumbre –adictiva- entorno al alcohol que si existió en los pueblos indígenas procedente de la Colonia, y que aún al siglo XXI nos hace simplificar la noción de los hechos cuando se recuerda que durante la Dictadura Militar (1973-1990), también se piensa en la entrega de tierras que hicieron los mapuche a cambio de garrafas de vino (a modo de pago), nuevamente simplificando el problema, impidiendo primeramente llegar a una solución de fondo al conflicto territorial y, naturalizando la inclinación al alcohol del mapuche, tampoco se llega a una solución del problema del alcoholismo.

Actualmente en Chile no se está pagando en alcohol, pero tiene mucho que mejorar en materia laboral, según la OMS Latinoamérica y Chile específico presentan altos índices de alcoholismo (Chile sería el país que más alcohol consume en América Latina)[29]. En las noticias aún es muy común ver incidentes de violencia que tienen como causante el alcohol, y el problema del alcoholismo con los pueblos indígenas es un problema que los estados latinoamericanos en general aún están en deuda por solucionar.

Apéndices

Cuadro 1
  
          










Cuadro 2






Bibliografía

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[1] Organización Panamericana de la Salud,  “Alcohol y Salud de los Pueblos Indígenas”, Organización Panamericana de la Salud. Área de Tecnología y Prestación de Servicios de Salud. Unidad de Salud Mental, Abuso de Sustancias y Rehabilitación; 1 ed; 2010. Presentado en: Reunión "Alcohol y Salud de los Pueblos Indígenas", Ciudad de Panamá, 19-21 de enero 2005: 11.
[2] Ernesto Moesbach, Vida y costumbres de los indígenas araucanos en la segunda mitad del siglo XIX. (Santiago: Editorial Universitaria, 1936), 138-146. Si bien, en la descripción presente en el libro corresponde a ser del siglo XIX, también preserva los actos de tradición precolombina, como la participación comunitaria de hombres, mujeres y niños en la preparación del muday y su uso para distintos momentos.
[3] Oriana Pardo, “Las chichas en el Chile precolombino”. (Basado en un trabajo presentado en el XII Congreso Ítalo-Latinoamericano de Etnomedicina "Nuno Álvares Pereira" Río de Janeiro, Brasil, 8-12 de Septiembre 2003). En Revista Chloris Chilensis, no. 2, (Año 7). Revisado el 20 de junio de 2015, http://www.chlorischile.cl/chichas/chichas.htm.
[4] José Bengoa, Historia de los antiguos mapuches del sur: Desde antes de la llegada de los españoles hasta las paces de Quilín, siglos XVI y XVII. (Santiago: Editorial Catalonia, 2003), 120.
[5] Irma Alicia Velázquez, 14 de diciembre de 2008, comentario sobreEl alcoholismo en las comunidades indígenas”. Blog Democracia Multicultural, posteado el 15 de diciembre de 2008, consultado el 23 de junio de 2015, http://democraciamulticultural.blogspot.cl/2008/12/sobre-alcoholismo-en-las-comunidades.html.
[6] Fernando García, “El consumo de drogas en los pueblos indígenas: Elementos para una “política criminal” alternativa”, Revista Electrónica de ciencia Penal y Criminología, no. 04, (2002): 11.
[7] Acerca de estos y sobre los discursos que genera la elite, podemos encontrar mucha información en: Alejandra Araya, Ociosos, vagabundos y malentretenidos en Chile Colonial (Santiago, LOM ediciones, 1999).
[8] Anexo n°1. Sobre esto y el siguiente cuadro adjunto, AGP-SJ, Fondo Histórico, Libro 05, f. 1 al 15 se encuentra citado en: Mario Solar. “Elite, pulpería y disciplina social. San Juan de la Frontera 1750-1770”. Universum. Revista de Humanidades y Ciencias Sociales 2, no. 20, (2005): 135.
[9] Solar, “Elite, pulpería y disciplina social”, 111.
[10] Anexo  n°2 Solar, “Elite, pulpería y disciplina social 126-127(cuadro de elaboración propia del autor del artículo). Sobre el poder, pulperías, y cabildo, páginas 111-134.
[11] Solar, “Elite, pulpería y disciplina social”,  128-131.
[12] Ambas fuentes se encuentran en: Jorge Pinto. “La violencia en el corregimiento de Coquimbo durante el siglo XVIII”. Cuadernos de Historia, no. 8, (diciembre, 1988): 82-83. En cuanto a ideas  más profundizadas relacionadas con este párrafo, véase este mismo artículo en las páginas 77-84.
[13] María Alzate, “La chicha: entre bálsamo y veneno. Contribución al estudio del vino amarillo en la región central del Nuevo Reino de Granada, siglo XVIII”. Historia y  Sociedad, no. 12, (noviembre, 2006): 172. Otro estudio que complementa muy bien esta idea se encuentra en: Pavel Henríquez, Joel Barahona. Julio Sevilla, Moisés Mayorquín, Jorge Torres, Wilfredo Rivera. (Tegucigalpa: Taller de tesis de la Universidad Autónoma de Honduras, 2013).
[14] Fernando Purcell, Diversiones y juegos populares. Formas de sociabilidad y crítica social. Colchagua, 1850-1880(Santiago: LOM Ediciones, 2000), 37-50.
[15] Gabriel Salazar, Peones, labradores y proletarios: formación y crisis de la sociedad popular chilena del siglo XIX (Santiago: LOM ediciones, 2000),  93-95.
[16] Mucha más información respecto al impacto de las chinganas en el siglo XIX y discurso nacional chileno en: Karen Donoso, “Fue famosa la chingana...Diversión popular y cultura nacional en Santiago de Chile, 1820-1840”, Revista de Historia Social y de las Mentalidades 1. No. 13, (2009): 87-109.
[17]Jorge Pinto, “La violencia en el corregimiento de Coquimbo”, 90. Sobre la violencia en sí: 81-94.
[18] Solar, “Elite, pulpería y disciplina social”, 112.
[19]René Salinas, “Violencias sexuales e interpersonales en Chile tradicional”. Revista de Historia Social y de las Mentalidades, no. 4, (invierno, 2000): 27-28.  
[20] Purcell, Diversiones y juegos populares, 55.
[21] Purcell, Diversiones y juegos populares, 57.
[22] Con esto me refiero a las chinganas, pero un caso más emblemático sobre prohibición e imposición de celebraciones en la que se inmiscuye el alcohol fue el caso de la Noche de San Juan, y para eso recomiendo la lectura de: Amalia Castro, “La higuera, el alcohol y el diablo en los relatos campesinos de la zona centro sur de Chile”. Estudios Avanzados, no. 16, (diciembre, 2011): 139-159.
[23] Claudio Gay,  Historia física y política de  Chile. Agricultura. (Museo de Historia Natural de Santiago, 1865), 288.
[24] Marcos Fernández, Eduardo Godoy,  Patricio Herrera,  Jorge Muñoz, Hernán Venegas y Hernán Yañez, Alcohol y trabajo: El alcohol y la formación de identidades laborales en Chile Siglo XIX y XX. (Osorno: Universidad de Los Lagos, 2008),  10.
[25] Fernández, Godoy, Herrera, Muñoz, Venegas y Yañez, Alcohol y trabajo, 20-21.
[26] Se recalca la idea de no ver al “bajo pueblo” como actores pasivos frente a las elites, sino que por lo contrario, mostrarlos activamente en la construcción de su cultura a través –de en este caso- del alcohol.
[27] Es necesario acotar que este trabajo se quedó un tanto “corto” por el hecho de que se haya vertido más al tema del control social, sin la intención de ser un trabajo sociológico, por lo que la incorporación de factores económico-comerciales entre otros, con respecto al alcohol, también podrían complementar de muy buena manera la investigación.
[28]  José Bengoa, Historia del pueblo mapuche (Santiago: Ediciones Sur Colección Estudios Históricos, 1996), 175.
[29] “OMS asegura que Chile es el país de América Latina con mayor consumo de alcohol per cápita”, La Tercera, 12 de mayo de 2014, consultado el 12 de mayo de 2014,http://www.latercera.com/noticia/nacional/2014/05/680-577720-9-oms-asegura-que-chile-es-el-pais-de-america-latina-con-mayor-consumo-de-alcohol.shtml.