domingo, 29 de marzo de 2015

Reseña a Experimentar el cuerpo y escribir los pecados. La confesión general de José Ignacio Eyzaguirre (1799-1804) de Martín Bowen



Luis Rodríguez

“Ir más allá de lo permitido por lo fluidos que recorren el cuerpo”
(Héroes del Silencio)

Los Eyzaguirre pertenecen a ese conjunto de familias ilustrísimas de la historia chilena, muchos de sus miembros ejercieron cargos importantes en los principios de la república durante el siglo XIX, José Eyzaguirre como afirma Bowen es considerado oficialmente como un “Padre de la patria chilena”. La narración historiográfica sitúa a los Eyzaguirre en una posición privilegiada; no solo el discurso académico lo dice, la misma infraestructura del país lo predispone así, un monumento a Domingo Eyzaguirre nos dice algo de la posición de esta familia en la historia y en la memoria. En setiembre del año pasado un libro sobre uno de estos personajes entró en escena en el medio académico peruano ¿Por qué?.

A estas alturas parecería innecesario escribir una reseña al texto de Bowen después de haber leído el buen resumen que hace del libro Magally Alegre Henderson[1], pero es justamente por ello que se hace necesaria una reseña que busque ser crítica, esperamos en este escrito mostrar brevemente los aportes del libro de Martín Bowen a lo largo de sus páginas, pero a su vez comprender porque una investigación como la que él propone causó cierta atención (por lo menos para el núcleo de interesados inmediatos), ¿por qué la historiografía local celebra con tanto júbilo el estudio de un personaje desconocido para el Perú?.

En principio, el libro de Bowen no trata de insertarse como un aporte a la historia cultural de la confesión, del pecado, y/o similares, esta idea el mismo autor la subraya, ya que a su criterio el espacio temporal que trata es un tiempo en el cual el cristianismo ha penetrado profundamente la consciencia de las almas, es decir la confesión es asimilada como una herramienta obligatoria de la vida social; el autor tratará de entender otros asuntos que de esta premisa se desprenden, por ejemplo las contradicciones, dudas que se expresan a partir de la necesidad de confesarse y por supuesto la relación entre la escritura y la producción de subjetividades.

El libro tiene una riqueza bibliográfica sostenida a través de las citas de Aries, Gruzinski, Delumeau, entre otros, sin embargo los temas culturales son tocados al inicio muy sutilmente por el autor; el hilo conductor de la argumentación en la primera parte no se centra mucho en estos asuntos; más bien estamos ante un tipo de historia genealógica. La primera preocupación de Martín Bowen no es tanto la consideración de la confesión en el Chile decimonónico, ni que decir de los pecados; en primera instancia la pregunta eje es ¿Quién es autor de la confesión general…?. Es más una pregunta de autoría, de patente. Quizás la naturaleza de la pregunta se deba a la naturaleza de la investigación, vale decir realizada por casualidad, por el azar del que el autor habla en las primeras páginas. La historia del libro no nace en reflexiones ni en intenciones investigativas, nacen en el vacío de la intencionalidad. “El azar originario que me hizo dar con el manuscrito no ha dejado de orientar mi aproximación al documento” (14). Sin embargo, como el autor adelanta, la casualidad, la fortuna de encontrar un documento que contenga en sí mismo una riqueza histórica también puede ser motivo de pasiones académicas. El mismo Alberto Flores Galindo decía que el azar ocupaba un lugar en cualquiera investigación, ya que una referencia inesperada puede modificar la estructura de un trabajo, plantear una hipótesis diferente o abrir una nueva pregunta[2].

José Ignacio Eyzaguirre nació en 1779. El libro no se centra en la figura madura y política de los inicios de la república, sino más bien a partir del documento trata de entenderse la consideración de ciertos comportamientos sexuales del personaje durante su infancia, juventud, que serían escritos entre 1799 y 1804 en un diario que serviría como material que ayudará en la memoria de su autor para que lo auxilie durante la confesión. No es un diario íntimo, aquel que retrata la vida de una persona a partir del yo, por lo menos Bowen no lo considera así, es más bien un utensilio escrito para la confesión. Más adelante en la disertación nos explicará porque llegó a esas conclusiones.

Es necesario mencionar que el documento cuando fue encontrado por el autor había sido clasificado como Diario de Miguel de Eyzaguirre; es Martín Bowen que a partir de ideas lógicas y de evidentes inconsistencias temporales y situaciones imposibles nos dice que la probabilidad de la autoría recae más en José Ignacio que en su hermano Domingo, por la sencilla razón de la edad. El libro, posteriormente, una vez que descubre al verdadero autor, se enreda en la naturaleza misma del texto, el discurso ahora nos envuelve en la afanosa necesidad de conocer qué tipo de fuente es la que el autor usa. ¿Un diario o un confesionario? , ¿Cuál es su naturaleza, utilidad?, ¿Con que fin se escribió?. Las preguntas heurísticas planteadas tratan de tipologizar el manuscrito encontrado, de esta forma mientras se intenta responder las dos preguntas esbozadas vemos como el castigo, el pecado, la confesión, entre otros elementos desfilan en la argumentación y justificación académica.

Debemos aclarar que cuando usamos diario íntimo lo hacemos por la comodidad de las palabras, el mismo autor aclara en las páginas que no debería considerarse así, es un conjunto de notas sobre un tema en particular: los pecados cometidos por Eyzaguirre en su juventud (en la época de la fealdad de la niñez), y que tenían como función ayudar a su memoria. Estas notas están fechadas, la más temprana corresponde al 26 de agosto de 1799 y van de manera cronológica hasta 1804. ¿Cómo Eyzaguirre escribió este diario?, subrayamos la idea que estas anotaciones eran un objeto confesional sobre recuerdos del pasado juvenil del personaje, sobre pecados no declarados en su momento, es decir, las fechas que señalamos y las que están relacionadas a cada anotación no corresponden al momento de la falta, sino al instante en que el personaje se acordó, no es un texto unitario ni acabado, como dice el autor, el escrito se determinó por la operación cognitiva de su autor (27). En suma no hay una relación lineal. Entonces ¿qué tipo de fuente es?, para remitirnos a Bowen diremos que este manuscrito es el encuentro entre una autobiografía controlada a partir de la obligación teológica de la confesión, pero un determinado tipo de autobiografía, como dijimos anteriormente, una “pecaminosa”.

El manuscrito, el diario íntimo, contiene algunos elementos esenciales, por ejemplo retratan los “pecados” cometidos en una época determinada, fines del siglo XVIII, pero esto conlleva a considerar ¿Qué era considerado pecado y que no?, ¿Qué pecados eran más graves?, el título del libro y la sugerencia de las páginas del estudio introductorio llevan a una sola respuesta: los pecados de la carne; aquellos que se relacionan con el sexo y la sexualidad. Describir esos pecados, ser detallados era importante porque ayudaba a conocer la magnitud de la falta y las posibles medidas correctivas.

El citado Alan Corbin en L´harmonie des plaisirs… ya hablaba de como este tipo de géneros narrativos eran considerados también como una “autobiografía sexual”. Martín Bowen en este punto se apoya en las referencias historiográficas francesas, de la Escuela de la que él proviene, para situar su argumentación, no son pocas las referencias a Delumeau, Corbin, Artiéres, sobre los manuales del confesor, y las disposiciones y reglas que se habían elaborado para Europa. Esta revisión  es importante porque a partir de esta tradición historiográfica se teje su hipótesis, en este caso aplicativa, la cual podría tratarse de la siguiente forma: la redacción de los pecados en un manuscrito a manera de diario no eran disimiles a una confesión oral, ya que seguía los mismos procedimientos de acuerdo a los manuales reproducidos y repartidos por los curas (importante es el Manual de Paolo Segneri, el más difundido en Chile), de esta forma la aparición de estos manuscritos son la adaptación al escrito de un discurso oral íntimo (30). Eso sería el texto de Eyzaguirre, un conjunto de anotaciones que tenían como base confesar pecados que en su momento no los pronunció. Es una confesión escrita, tal y como lo hubiera sido dentro de una iglesia, o al frente de un sacerdote; confesiones incompletas realizadas años atrás que tenían como fin juntarse para redimirse en una confesión definitiva (33).

Una vez llegado a este punto conviene al autor profundizar en los contenidos y brindar aproximaciones, quizás la más importante sea el estudio del pecado. El pecado confesado para Eyzaguirre, los que podemos leer, son ante todo pecados contextualizados, es decir son detallados, indican las calidades de las personas con que se cometieron las faltas, porque a partir de esa particularidad se puede conocer la gravedad y posterior sanción, por ejemplo no es lo mismo tener contacto sexual con una persona entregada a la castidad, a una casada o una menor: ¿sacrilegio, adulterio o estupro?. Estos son los pecados que mudan especies. Por otro lado, está presente la incesante necesidad de conocer cuantas veces se realizaron un determinado tipo de pecado (La aritmética de la falta), contar las faltas está presente en la confesión de Eyzaguirre a través de cifras o mediciones de tiempo aproximadas (43). También la mención a los testigos era necesaria en la producción escrita de Eyzaguirre, esto se debía en parte porque poner en riesgo la salvación propia implicaba muchas veces poner en peligro a los demás (52). Saber los números de testigos, indicarlos, identificarlos era importante para determinar la gravedad de los pecados en función de los afectados. Así, podemos encontrar testigos visuales, auditivos; ver, escuchar, sentir, ser parte del acto pecaminoso era motivo para buscar ayuda espiritual. Así, muchas veces Eyzaguirre confiesa haber sido parte de actos sexuales que solo escuchó desde la calle. A veces por ello el pecado es también un asunto público, no se sujeta solo a la conciencia individual sino que atañe irremediablemente un espacio visual y auditivo a la que muchos otros tienen acceso, es por ello que el escándalo es el contagio del pecado, es la publicidad de la falta, es el devenir de la decadencia moral de los otros.

Importante son las menciones a los espacios de sociabilidad, es bueno el libro cuando se estudia a los personajes en el Seminario de Santiago, el estudio de los jóvenes varones y sus relaciones entre ellos (que son mencionados en el manuscrito) nos hablan de los comportamientos y deseos sexuales de un tipo de individuo determinado por la edad, la clase y el género. Hay una población definida a la que se puede estudiar y entender a partir de prácticas como “medirse los miembros”, entre otras, emulando los estudios de Anne-Marie Sohn para Francia, elementos que ayudaban a formar la identidad masculina del país galo. En el caso del libro de Bowen estamos ante un tipo de formación de sociabilidad masculina en los centros educacionales, de esta forma los pecados de la carne que menciona Eyzaguirre se relacionan directamente en esta etapa experimental a través de las faltas relacionadas al pene, medírselo, tocárselo, tocar el miembro a otros varones, o dejarse que le toquen los genitales son constantes en sus anotaciones (71).

El libro hace hincapié en lo que adelantábamos, que el texto si bien es cierto presenta circunstancias y acciones cuyo motivo de registrarlas se debe a la interiorización del dogma cristiano, es también a partir de esta lectura donde podemos ensayar preguntas interesantes en torno a cómo las personas responden a la exigencia de la confesión. Eyzaguirre no solo anota lo que él cree debe ser confesado, sino que plantea dudas, podemos encontrar contradicciones, miedos y vacilaciones ¿tal hecho es pecado o no?. Es decir, el libro no ayuda a entender los grandes debates sobre la doctrina teológica del momento, el autor tampoco desea plantear algo similar, por el contrario a través del diario de Eyzaguirre podemos observar como el sujeto confesor realiza un detallado análisis de sí mismo a través de las acciones que él cometió y cómo ello podría significar las respuestas a las exigencias del discurso confesional, son en todo caso resistencias, pequeñas vacilaciones que no cuestionan el dogma de la fe, solo lo problematizan a  través  de la experiencia individual (66).

Por último, el libro plantea un tema fundamental que aunque no lo desarrolla, nos deja ese mensaje, como aviso, recomendación al decirnos que fuentes como estás sirven para introducirnos en problemas esenciales relacionados al conocimiento y el cuerpo. Eyzaguirre a través de su manuscrito ha registrado actos considerados por él como “pecados”, pero los motivos de sus acciones se deben no a su necesidad de pecar, sino a su naturaleza de deseo, de experimentar, conocer su propio cuerpo, es por ello que se registran masturbaciones, observaciones, tocamientos; estamos pues ante un tipo de historia que podría ensayar hipótesis interesantes sobre la construcción de un saber sobre el cuerpo, del propio, el ajeno y el vivido (81).

Quizás la atención que ha recibido este libro por parte del medio académico peruano se debe en parte al conservadurismo del historiador peruano. Lamentablemente, hay que decirlo, los historiadores peruanos nos hemos preocupado poco por el sexo. Esto ya lo había dicho Pablo Macera hace varias décadas, cuando ensayó algunas líneas de investigación en torno a la prostitución, la maternidad, las enfermedades venéreas, la mortalidad infantil (abortos)[3], etc.. Sin embargo hace falta estudios que traten de entender las identidades sexuales vinculadas directamente con las prácticas corporales[4], la masturbación[5], el orgasmo[6], los deseos sexuales y carnales[7], los espacios destinados al sexo[8], los genitales[9]; estudiar a los fisgones, la zoofilia, necrofilia, la pedofilia, todo aquello que Foucault llamó “sexualidades periféricas”[10]. Por supuesto, los mismos órganos genitales tampoco han llamado la atención en nuestra tradicional y conservadora historiografía peruana, ya que el conservadurismo no solo se encuentra en las políticas del Estado, sino también en los discursos académicos. Es por ello que aun ahora no tenemos una historia de la sexualidad u “homosexualidad” (palabra anacrónica) en nuestro país. No, no tenemos algo parecido a Raro. Una historia gay de Chile de Oscar Contardo.

El libro de Bowen tiene éxito en un país como el nuestro porque trata temas que generalmente el discurso histórico peruano olvida, no solo nos referimos a la historia cultural de la confesión y el pecado, sino a sus mismos contenidos, las connotaciones sexuales, las circunstancias, escenas y actos, las palabras, todo aquello que se encuentra en el manuscrito original de Eyzaguirre y es tratado por el autor. Nuestra historiografía aún no conoce el componente esencial de las personas: el sexo, los genitales, los deseos; por ello un libro que introduzca problemas de este tipo se ven fabulosos. Pero no solo por la innovación temática (innovación para nuestro contexto claro está), sino también por el descubrimiento heurístico. Cuando se realizó la presentación del libro en el Instituto Francés de Estudios Andinos, los comentaristas tanto Javier Flores Espinoza como Magally Alegre Henderson hicieron hincapié constantemente en la envidia heurística que deberíamos tener pues nuestro país no tiene un documento similar. El diario íntimo, el libro de anotaciones de Eyzaguirre sería un documento rico para el tratamiento que hizo Bowen que no tendría símiles en nuestro país, quizás esta sea la justificación para que este tipo de historias no se allá hecho, justificación de por sí pobre porque sabemos que la fuente no determina una investigación, sino es más bien el planteamiento del problema los que condicionan la búsqueda de fuentes, los vacíos de un tipo de documento abren la posibilidad de estudiar otros; sin embargo este no es el caso.

La sexualidad, los deseos sexuales/carnales, el desenfado, los cuestionamientos y el erotismo presentes en las páginas del diario de Eyzaguirre también se pueden encontrar en personajes virreinales de Lima. Ángela de Carranza, una beata agustina del siglo XVII presente características aún más barrocas, grotescas y cuestionadoras; la lujuria, la gula y el pecado están presentes en su cuerpo y discurso constantemente[11] (y también la producción escrita). Es aún más sorprendente porque esta mujer apareció y desarrollo su actividad mística en plena época del barroco, durante los gobiernos de virreyes muy cristianos como el Conde de Lemos, el Conde de Monclova, el mismo Arzobispo Liñan y Cisneros es de esta época, y ni que decir de la Inquisición que durante el tiempo de Francisco Valera aún seguía teniendo poder y preeminencia. Eyzaguirre muestra su experiencia a finales del siglo XVIII e inicios del XIX, en épocas donde el surgimiento de la subjetividad de un tipo de individuo burgués desinhibido estaba apareciendo. Un tiempo donde la aparición de una cultura burguesa  aparecía como limitadora de pasiones, sin embargo como anotó Peter Gay aún en esta estrechez de ideales aparece un estilo burgués; un conjunto de personas que van definiendo su sensualidad, y cuya máxima expresión son los diarios de Mabel Loomis Todd[12].

Basándonos sólo en el caso de la beata agustina, el complejo de castración no debería ser el impedimento para tratar temas muy similares ¿es el único recurso?, ¿no hay otros casos? Por supuesto que sí, el problema no son los documentos, es el conservadurismo académico, los planteamientos de problemas. Entender los personajes históricos a partir de su sexualidad, y reconocer la dimensión subjetiva de los individuos en función de sus necesidades, placeres, deseos, motivaciones carnales, etc supondrían por extensión conocer al individuo en su total dimensión, tal vez para darle razón a Pablo Macera, deberíamos preocuparnos un poco más en el sexo.

Creemos que es injusto decir que estos temas han sido olvidados de manera absoluta por nuestro discurso académico, sin embargo no es desde la Historia donde trata de entenderse la sexualidad, sino fue un sociólogo que en los últimos años ha intentado comprender estos temas. Explicar la aparición de los hoteles en Lima como espacios de encuentros sexuales, los bailes como un lenguaje corporal del sexo, los anuncios publicitarios relacionados a la prostitución, todos estos elementos son prácticas cotidianas y constantes de nuestra vida social, el hecho de no tomarse el tiempo de pensarlas seriamente no significa que no sean importantes. Pedro Pablo Ccopa no solo ha estudiado estos elementos como una especie de historia reciente, sino también ha intentado explicar los genitales femeninos y masculinos a partir de construcciones sociales[13]. Ccopa, sin embargo no es historiador, y el análisis diacrónico, contextual a veces se pierde dentro del conjunto de proposiciones que se brindan, es un buen inicio para estudios que traten de ver el sexo como un campo de análisis serio, y no solo como un tabú.



[1] La reseña fue publicada en la revista Histórica, Vol. XXXVII.2, 2014, pp. 153-156, en http://revistas.pucp.edu.pe/index.php/historica/article/viewFile/10993/11505
[2] Alberto FLORES GALINDO, “El historiador y los archivos en el Perú” en Obras completas. T. VI. Lima: SUR. Casa de Estudios del Socialismo, 2007, p. 140.
[3] Pablo MACERA, “Sexo y coloniaje” en Trabajos de Historia. T. III. Lima: Instituto Nacional de Cultura, 1977.
[4] Puede verse el estudio de la construcción de las identidades sexuales, el género y los líquidos corporales como la sangre, el esperma, la leche en Thomas LAQUEUR. La construcción del sexo. Cuerpo y género desde los griegos hasta Freud. Madrid: Cátedra/ Universitat de Valencia/ Instituto de la Mujer, 1994.
[5] Thomas LAQUEUR. Sexo solitario. Una historia cultural de la masturbación. México: Fondo de Cultura Económica, 2007.
[6] Robert MUCHEMBLED. El orgasmo y Occidente. Una historia del placer desde el siglo XVI a nuestros días. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2008.
[7] El libro comentado por Bowen sobre las prácticas sexuales realizadas por los jóvenes en los colegios es una valiosa investigación que ayuda a entender mejor estos proceso, véase el libro de Anne-Marie SOHN, Sois un homme!. La construction de la masculinité au XIXe siécle. Paris: Le Seuil.
[8] Se puede ver algunos ápices al estudio de las camas como espacios para el sexo y la sexualidad en el libro de Michelle PERROT, Historia de las alcobas. México: Fondo de Cultura Económica/ Siruela, 2011. Véase por ejemplo las secciones: “Las habitaciones cerradas del sexo” y “Cortesanas y mantenidas”, pp. 158-163 y otros.
[9] Jean Luc HENNIG, Breve historia del culo. Barcelona: Principal de los libros, 2010.
[10] Michel FOUCAULT, Historia de la sexualidad. La voluntad del saber. Vol. 1. México: Siglo XXI, 2000, p. 41.
[11] María Emma MANNARELLI es la historiadora especialista en el estudio de este personaje, véase sus trabajos “Fragmentos para una historia posible: escritura/crítica/cuerpo de una beata del siglo XVII” en Moisés LEMJI y Luis MILLONES (Eds.), Historia, memoria y ficción. Lima: Seminario Interdisciplinario de Estudios Andinos/ Siklos. (1996) y Hechiceras, beatas y expósitas. Mujeres y poder inquisitorial en Lima. Lima: Fondo Editorial del Congreso (1998); recientemente ha publicado “Escritura y personaje: Ángela de Dios, Lima, siglo XVII” en Diacrónica. Revista de Investigaciones del Centro de Estudiantes de Historia, N° 2, 2014, pp. 7-16.
Agradezco su confianza que me permitió leer el manuscrito del proceso de Ángela de Carranza, así como haberme permitido participar en el grupo de estudiantes que trataba de entender peculiar personaje. También debo reconocer que la realización de esta reseña se debió un poco a sus sugerencias.
[12] Peter GAY, La educación de los sentidos. La experiencia burguesa de Victoria a Freud. T. I. México: Fondo de Cultura Económica, 1992.
[13] Véase sobre todo su último libro, Pedro Pablo CCOPA, Amor y sexo en la ciudad. Imágenes mundanas. Lima: Colegio de Sociólogos del Perú, 2011.

jueves, 19 de marzo de 2015

América periférica: entre el trabajo forzado y libre


Sally Rosas Inga Rumiche
Historia – UNMSM

Introducción

En el siglo XVI surgió una economía – mundo europea[1] basada en el modo de producción capitalista (cabe mencionar que la ideología reinante por entonces no era la libre empresa sino el estatismo); este surgimiento produjo la  división internacional del trabajo, es decir diversas zonas geográficas como Europa occidental, Europa oriental y las colonias americanas quedaron adjudicadas a un rol específico. Bajo esta perspectiva, Europa occidental adquirió la categoría de zona central, caracterizada por utilizar  mano de obra libre y ser trasformadora de materias primas; en lo que respecta a Europa Oriental esta adquirió la categoría de zona semiperiférica, fue una antigua zona central, en dicho espacio se realizaron actividades mixtas como el comercio y la agricultura, es por ello que se empleó mano de obra libre y forzada; a este período también se le conoce como  segunda servidumbre. Finalmente encontramos a las zonas periféricas, caracterizadas por ser abastecedoras de materias primas y utilizar mano de obra forzosa. En este último rol es donde las colonias americanas (que para el presente análisis hará referencia a los territorios administrados por la corona española) entraron a tallar con relevancia.

El presente escrito tiene por objetivo exponer los tipos de trabajo realizados en las colonias americanas, ello con la finalidad de contraponer la idea que todo trabajo realizado en zonas periféricas fue necesariamente obligatorio, puesto que este pudo ser medianamente  libre y por ende remunerado, con ello se intentaría demostrar que el sistema económico instaurado tras la colonización no fue feudal (caracterizado por ser autárquico) puesto que se empleó mano de obra forzosa y libre para mantener un nivel de producción y exportación constante, en la medida de lo posible que ayudara a articular la emergente economía – mundo (cabe recalcar que el hecho de utilizar este tipo de mano de obra no desmedra el papel de América como periferia).  Para ello hemos divido el escrito en tres partes, en la primera parte se hará un bosquejo del contexto histórico en el cual se forjó los roles del incipiente sistema mundo del siglo XVI. En la segunda parte se hablará acerca de los trabajos forzosos en la periferia: la mano de obra indígena y africana;  en lo que respecta a la tercera parte se expondrá ¿Trabajo libre en la periferia o una forma encubierta del trabajo forzoso?; finamente se plantearán las Conclusiones.

 I   

El año de 1346 se propagó la plaga bubónica, también conocida como la peste negra, por la ciudad  portuaria de Tana. La plaga se trasmitía a través de las pulgas que albergaban las ratas; las cuales llegaron en las diversas embarcaciones de los comerciantes que viajaban por la ruta de la seda procedente de China. Pronto dicha peste se extendería hasta el Mediterráneo, posteriormente en 1347 llegaría a Constantinopla y para 1348 llegó a Francia, el Norte de África y subiría por la bota de Italia; generándose así alteraciones sociales, políticas y económicas en las sociedades europeas medievales[2].  

A finales del siglo XIV Europa tenía un orden feudal, una organización de la sociedad que apareció primero en Europa occidental tras el declive del Imperio romano. Se basaba en una relación jerárquica entre el rey, los señores (que ocupaban el estrato medio) y los campesinos (que ocupaban el estrato final). El rey poseía la tierra y la concedía a los señores a cambio de servicios militares. A continuación, los señores asignaban tierras a los campesinos, a cambio de lo cual estos debían trabajarlas sin obtener remuneración sujetándose a múltiples multas e impuestos. Los campesinos, que a causa de su estatus “servil” eran denominados siervos, estaban atados a la tierra, no podían trasladarse sin permiso de su señor que no era solamente el terrateniente sino también juez, jurado y fuerza policíaca[3].

La enorme escasez de la mano de obra a consecuencia del descenso demográfico suscitado por la peste bubónica sacudió violentamente los cimentos del orden feudal, generando así el ambiente propicio para que los campesinos se sublevaran exigiendo cambios, por ejemplo “En la abadía de Eynsham, los campesinos exigieron la reducción de las multas y del trabajo no remunerado”. [4] En respuesta a dichas agitaciones sociales  los campesinos comenzaron a liberarse de los trabajos forzosos y de otras obligaciones que tenían con sus señores. El panorama descrito anteriormente refleja la situación de Europa occidental puesto que en lo que respecta a Europa oriental, tras la peste, se generaría otro fenómeno, ya que los terratenientes comenzaron a adueñarse de grandes extensiones de tierras ampliando así  sus posesiones. Las ciudades se volvieron más débiles y menos pobladas y los trabajadores en vez de ser más libres empezaron a ver atacadas las libertades que ya tenían.     

Es así que para el siglo XVI los efectos de la peste se evidenciaban con mayor claridad puesto que Europa occidental había dejado de ser feudal, comenzando de tal modo a demandar productos agrícolas tales como el trigo, el centeno y el ganado de Europa oriental. En la medida que se ampliaba la demanda por parte de occidente, los señores de la zona oriental elevaron al máximo su control sobre la mano de obra para aumentar su oferta. Es de esta forma como Europa oriental entra en la denominada “segunda servidumbre” distinta y más intensa que su forma original a principios de la Edad Media.[5] Los señores feudales aumentaron los impuestos que recaudaban de las propias parcelas de sus inquilinos y se quedaba con la mitad de la producción. 

A pesar que en 1346 existían muy pocas diferencias entre Europa occidental y Europa oriental en lo que respecta a las instituciones políticas y económicas en el siglo XVI la situación era muy distinta. En Europa occidental los trabajadores ya no tenían deudas, ni multas, ni regulaciones feudales y se estaban convirtiendo en una parte clave de la economía de mercado floreciente; en cambio en Europa oriental la población seguía siendo sujetada por las regulaciones feudales. Es de este modo como Europa occidental se convierte en la parte “central” de la naciente economía -  mundo del siglo XVI.

En las áreas del centro, las ciudades florecieron, nacieron las industrias, los mercaderes se convirtieron en una fuerza económica y política significativa. Desde luego la agricultura siguió siendo a lo largo de todo el siglo XVI, la actividad de la mayoría de la población “[…] No obstante la integración de Europa oriental y América española a la economía – mundo europea durante el siglo XVI, no sólo proporcionó capital (a través de los botines y altos márgenes de ganancia) sino que también liberó la mano de obra en las áreas del centro para su especialización en otra labores […]”[6]

En lo que respecta a otras áreas denominadas periféricas y semiperiféricas, encontramos el desarrollo de dos actividades primarias como son la minería, principalmente de metales preciosos, y la agricultura. En el siglo XVI América española proporcionaba principalmente lo primero, mientras que Europa oriental proporcionaba lo segundo. Cabe mencionar que desde la perspectiva Wallerstein en las zonas periféricas el trabajo se caracterizó por ser forzado, no obstante en el presente análisis se intentara rebatir dicha idea. A continuación explicaremos los tipos de trabajos forzosos realizados en las colonias americanas y posteriormente los tipos de trabajos libres en dicho espacio.  

II

Trabajo forzoso en la periferia: La mano de obra Indígena

La primera y más evidente manifestación del trabajo forzoso en las colonias americanas fue la esclavización de los indios. Al principio este destino fue reservado a los “indios de guerra”, excluyendo así a los “indios de paz”, es decir a aquellos que aceptaban pacíficamente el sometimiento ibérico. [7] No obstante, pronto la denominación “indios de paz” alcanzaría una connotación más amplia, haciendo alusión a los indios que rechazaban la religión católica.[8] Cabe recalcar que el discurso que legitimaba, la entrada de España a América fue el de la evangelización. 

La cantidad de mano forzosa indígena utilizada variaba de acuerdo a la zona, en el Caribe la esclavitud india fue probablemente la causa principal del derrumbe demográfico, este colapso fue de tal magnitud que provocó el éxodo de los mismos españoles al quedarse sin fuerza de trabajo disponible.[9]

La primera forma de concesión de mano obra indígena fue mediante la encomienda: la encomienda suponía la entrega de un grupo de personas (decenas o miles) a una personal, luego conocida como encomendero, a quien debían pagar un tributo (que no hay que confundir con el tributo pagado al soberano) en la forma de servicios personales o productos naturales, e incluso en dinero. [10]  

En lo que respecta a las colonias americanas,  la encomienda no hacía justicia a la idea original de proteger a los encomendados frente a los abusos de otros señores o contra las correrías de bandas armadas; en el caso americano la encomienda no preveía absolutamente nada al respecto. Su estructura argumentaba que el tributo (especies  o más raramente en servicios) debía contribuir a pagar los gastos de la evangelización, única obligación real, aunque cabe mencionar que no siempre fue respetada por los encomenderos.

Este régimen se instauró inmediatamente después de la conquista, en el denominado período “antillano”. La lógica regía desde la perspectiva del rey, hacer pagar a los indígenas impuestos, tal como lo hacían los súbitos vecinos de reinos y señoríos. Se buscaba la manera más justa de recaudar el tributo. Se le pidió a Nicolas de Ovando que mediante negociaciones con “los caciques e con las otras personas e los indios establezca con justicia la forma que se ha de tener que cobrar o recaudar nuestros diezmos y premisas e tributos e derechos”. [11]   

Al principio la finalidad era pagar un salario regular a los indígenas por un trabajo realizado voluntariamente (el argumento de la corona española para tomar posición sobre los territorios americanos fue el de llevar la salvación, por ello no podían esclavizar a los nativos, contrariamente debían educarlos). No obstante ante la negativa  de trabajar bajo el sistema impuesto por el nuevo régimen, se ordenó utilizar dicha mano de obra de manera forzosa tomando como excusa el hecho que los indios se negaron convertirse al cristianismo, es por ello que estos naturales que vivían en el pecado adorando idolatrías  debían ser encomendados a un noble cristiano que los encamine por las riendas del bien y de tal modo salvar sus almas, paradójicamente la Corona apelaba que se debía respetar de igual forma sus principios de persona libre y no ser tratado como siervo. Es decir se les considera a los indígenas como “vasallos del rey” y no como “siervos de un señor cualquiera”.

Si bien la corona aceptó el principio de trabajo compulsivo, ello no excluye el principio de libertad, dado que el vínculo forzoso supone la concesión de indios por un periodo limitado de dos o tres años, para luego ser asignados por otro español.[12] 

Al entregarlos por un período restringido, los indígenas  seguían siendo vasallos del rey mientras que al entregarlos de por vida se convertían en siervos incluso en esclavos del encomendero. Sin embargo la rotación constante de los indios no estimulaba una alta productividad. Y así fue como en el año de 1509 se aceptó que una misma encomienda pudiera retener el repartimiento de los mismos indígenas más allá del periodo de tres años.

Para el año de 1540 se otorgó 32 000 indios de servicio y 22 344  que no eran de servicio. En otras palabras pueblos y familias enteros con sus respectivas autoridades étnicas, fueron repartidos y encomendados […] Vos (los indios) encomiendo por vuestra vida y por la vida de un heredero hijo o hija. Inaugurándose  de tal forma la encomienda con duración de toda la vida del sujeto y sus descendientes.[13] 

Las encomiendas se otorgaban en un principio por un tiempo máximo de dos o tres años, pero como ya se ha planteado antes, siempre se intenta prolongar su concesión durante el mayor tiempo posible.

La prolongación de la encomienda (además naturalmente, de la corrupción de las autoridades) consistía en la “composición” con el poder real, es decir la misma forma usada para obtener tierras mediante un pago de cajas reales. Un virrey de Nueva España confesaba en una carta de 1559 que se habían otorgado encomiendas “clandestinas” con una duración de cuatro vidas. Otro abuso particularmente importante, es la costumbres de atribuirse derechos sobre las tierras de los indios encomendaos.[14]   

Cabe mencionar que existían diferencia  entre una encomienda y otra, puesto que algunos grupos de encomendados (antiguos ayllus)  antes de la conquista poseían una estructura social – política organizada  contrariamente a otros grupos  que se encontraban fragmentados y dispersos. En el primer tipo de encomienda este sistema se afianzó por completo, mientras que en la segunda predominó el trabajo abiertamente esclavista. En las zonas fragmentadas era demasiado difícil controlar la mano de trabajo indígena que nunca había obedecido a una autoridad, y en consecuencia la productividad del trabajo era muy baja. [15]    

En Brasil no existió una forma de trabajo forzoso comparable con la encomienda, allí la única salida fue la esclavitud de los nativos, y luego tras su disminución e incluso su eliminación física o huida a lugares apartados, se acudió a la importación de esclavos africanos.[16] 

Aunque la encomienda fue una institución importante, no caló de manera determinante en la economía colonial. Puesto que al aumentar la cantidad de familia españolas y no poder acceder todos a ellos a una encomienda, esta institución quedará restringida a un pequeño grupo.
Paralelamente a este modo de explotación surgirá otro conocido como el repartimiento, la diferencia en relación a la encomienda era que la primera se destinaba a ser trabajo a perpetuidad para el encomendero mientras que la segunda era una prestación temporal de servicios. [17]     

Cabe mencionar que el termino repartimiento a su vez tenía diversos significados. Aunque literalmente significaba distribución (cuota que le toca a cada uno), fue empleado ya se ha dicho, como sinónimo de encomienda y también para definir asignaciones de tributos, otorgamientos de tierras, distribución forzosa de mercaderías y asignación temporal de turnos claramente establecidos (lo que se diferencia de la encomienda) de indios a utilizar en diferentes faenas, con la posibilidad de prestarlos a la autoridad pública para obras de utilidad general (construcción de puentes y caminos) o particulares para el trabajo en las minas, en la agricultura o donde fuera. [18] 

El repartimiento asumió notable importancia en los sectores mineros y agrarios, no obstante el declive en la taza demográfica indígena por un lado y por otro el aumento de la población española, especialmente pequeños y medianos productores, generó contradicciones al sistema de repartimiento. A esta serie de intereses contrapuestos se sumaba también innumerables abusos. Este sistema se suprimió en el año 1632, con la excepción del sector minero, pero en la realidad esta forma de trabajo siguió existiendo aunque perdiendo gradualmente su importancia. “Se encuentran huellas de su funcionamiento en las minas de Real del Monte de Pachuca, cerca de México”[19] 

Trabajo forzoso en la periferia: La mano de obra Africana

Otra forma predominante de trabajo forzoso fue la esclavitud de los africanos. Se acudía a este tipo de trabajo cuando la mano de obra de la población nativa era escaza o en todo caso existía pero era prácticamente imposible someterla.

Encontramos por ejemplo que para el caso de las zonas de Brasil, Chile y de las pampas al sur de  Buenos Aires, se necesitó emplear mano de obra esclava puesto que los indígenas se reusaban a aceptar la integración al trabajo forzoso impuesto por el nuevo régimen.

No obstante este panorama era distinto en México, puesto que en dicha zona si se logró someter la mano de obra indígena, sin embrago esta cayó a causa del colapso demográfico. Desde la propuesta de Ruggiero Romano esto se debió a los siguientes factores:

a)      El primero sin duda fue la propagación de una serie de epidemias (especialmente enfermedades respiratorias y gástricas) trasmitidas por los europeos, contra las cuales los indígenas no tenían defensas inmunitarias.
b)      Otro factor fueron las deportaciones de individuos o grupos de personas de zonas cálidas a zonas frías y viceversa.
c)      También influenciaron las hambrunas, provocadas no sólo por causas “naturales” (desastres climáticos que destruían las cosechas) sino también por exportaciones en favor grupos españoles.
d)     Se debe añadir también la destrucción (social, cultural y religiosa) provocada por la misma conquista.

Como se evidencia la utilización de mano de obra esclava en el virreinato de México respondían a necesidades distintas que las de Brasil, Chile o Argentina. En México los esclavos estuvieron destinados en primera instancia a trabajar en las áreas mineras.

La producción de plata en Nueva España estuvo siempre más dispersa en número de yacimientos de importancias variable; entre ellos Zacatecas y Guanajuato fueron los mayores. Las primeras minas puestas en explotación fueron de las regiones centro y sur, que utilizaron mayoritariamente el trabajo indígena compulsivo por el reparto. En cambio, nuevo yacimiento habitado más tardíamente en las regiones del norte y del oeste, zonas de población indígena menor y menos acostumbrada al trabajo tributario, debieron recurrir tanto al trabajo esclavo africano como al trabajo libre indígena. [20]  

Este tipo de mano de obra esclava no sólo se limitó a trabajar en las áreas mineras sino también en la producción agrícola, no obstante cabe precisar que a veces los esclavos se desempeñaban en más de un área; por ejemplo por las mañanas realizaban actividades independientes (domesticas principalmente) a cambio de dinero y por las tardes realizaban las actividades impuestas por sus amos.  

“Otra posibilidad es que el patrón obligue al esclavo a trabajar por las mañanas con las condición de que gane una cantidad mínima de dinero (por ejemplo cuatro reales), si el esclavo no logra cumplirla será castigado, y si trae más de cuatro reales se quedará con el excedente […] Las dificultades de acceder al mercado laboral eran tan bajas que las mujeres esclavas, a menudo no tenían más remedio que dedicarse a la prostitución”. [21]   

En lo que respecta al virreinato peruano la población indígena que era utilizada principalmente para trabajar en las minas sufrió un drástico colapso demográfico, por ello en esta zona también se debió emplear mano de obra esclava, no obstante debido a la complejidad del clima en donde se albergaban dichos centro mineros, el esclavo africano resulto ser inapropiado para el desarrollo de la actividad. “En cuanto a los africanos, el virrey compartía la opinión predominante de que eran inapropiados para trabajar en el clima de la sierra y argumento en todo caso sería peligroso importar tantos esclavos: los africanos ya eran más que los españoles y el número de delincuentes negros aumentaría día a día. Nivea afirmó categóricamente que el trabajo forzado de los indios en las minas con compensación adecuada y buen trato era la única solución”. [22]

Es precisamente bajo la idea anteriormente esbozada que se empieza a reclutar mano de obra indígena, a continuación explicaremos dicho proceso. 

III

¿Trabajo libre o una forma encubierta del trabajo forzoso?

El trabajo libre fue ejecutado por los indígenas, estos laboraban  básicamente en las minas;  desde una perspectiva general se considera que América, cumpliendo con su rol de periferia, solo empleaba mano de obra  forzosa  y no libre. Bajo dicha idea el autor Ruggiero Romano planteaba que el trabajo ejecutado por los trabajadores libres era una forma encubierta del trabajo forzoso, para demostrar dicho postulado se basa en los siguientes argumentos.

En primera instancia plantea que los trabajadores eran endeudados, puesto que se les entregaba, parte del sueldo antes de comenzar a realizar sus actividades, de este modo al llegar a las mina donde le tocaba trabajar, tenía pocos recursos para poder subsistir por ello debían solicitar crédito en las tiendas de los señores para quienes prestaban servicios endeudándose así constantemente,  este mecanismo comúnmente eran conocido en México como las composiciones, era un círculo vicioso del que muy difícilmente se solía salir, otra manera de retenerlos era obligarlos a trabajar con sus propias herramientas de tal modo que también se endeudaban al adquirir dichos instrumentos para realizar su labor, otros formas eran pagándoles sus sueldos en especies y no en dinero. [23]       

Bajo estos argumentos se intenta demostrar que el sistema económico instaurado en América y específicamente en las colonias españolas, no era un régimen feudal sino contrariamente formaba parte de la incipiente economía – mundo, puesto que se buscaba a como dé lugar mantener un nivel de producción constante, ello difiere rotundamente con el feudalismo que tenía una producción local y debido a su naturaleza contaba con siervos adjudicados a la tierra que pagaban tributos y no contrariamente eran remunerados.

A modo de conclusión:

En el siglo XVI se forjó la economía - mundo, en la cual se da la división internacional del trabajo, siendo así que Europa Central adquirió la categoría de zona centro (transformadora de materias primas), otras zonas antiguamente céntricas adquieren la categoría de zonas semiperifericas (se emplea mano de obra libre y forzosa), finalmente tenemos la zonas periféricas de donde se extrae básicamente materias primas, y se utiliza mano de obra forzada.

América (principalmente las colonias de España)  adquirirán la categoría de periferia siendo así abastecedoras de materias primas, se emplearán diversos tipos de trabajo forzosos como la encomienda, el repartimiento, la esclavitud, y también el trabajo libre ejercido por los indígenas, aunque cabe recalcar que desde la perspectiva de Ruggiero Romano este tipo de trabajo aparentemente libre esta encubierto por trabajo forzoso, puesto que se emplean mecanismo como el adelanto de sueldo, para su retención.

La necesidad de recurrir a la mano de obra esclava se dio básicamente por dos factores el primero fue porque la población originaria era escasa y ponía resistencia al sometimiento, el segundo factor fue el colapso demográfico en aquellas zonas donde si habían logrado colonizar.    

El sistema económico instaurado en las colonias españolas situadas en América se cateterizó por formar pate de la insipiente economía – mundo y no contrariamente como se cree ser una extensión del sistema feudal europeo, por ello empleo mano de obra forzada y medianamente libre lo que corroboraría la idea de que la producción a gran escala era lo primordial, puesto que de ver sido así el modo de producción hubiese sido local y por ende abastecido por la poca mano de obra sometida.

Bibliografía 

ACEMOGLU, Daron y James Robison
2012    Por qué fracasan los países. Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza. Bogotá: Deusto.
BOWSER, Frederick
1997    El esclavo peruano en el Perú colonial (1524 – 1650). México: Siglo XXI., 1997.
KAROL, Juan Carlos y Enrique Tandeter.
2000    Historia económica de América Latina: problemas y procesos. Buenos Aires: FCE.
MANN, Charles.
2013    1443. Una historia del mundo después de Colón. Buenos Aires: Katz. 
ROMANO, Ruggiero.
1993    Mecanismos y elementos del sistema económico colonial americano. Siglos XVI – XVIII. México: FCE
WALLERSTEIN, Immanuel.
2009    El moderno sistema mundial. La agricultura capitalista y los orígenes de la economía – mundo europea en el siglo XVI. Barcelona: Siglo XXI.



[1] Es una entidad económica pero no política, al contrario que los imperios, las ciudades – Estados y las emergentes “naciones – Estado>”. Es un sistema “mundial”, no por que incluya la totalidad del mundo, sino porque es mayor que cualquier unidad política jurídicamente definida. Y es una “economía – mundo” debido a que el vínculo básico entre las partes del sistema es económico, aunque esté forzado en cierta medida por vínculos culturales y eventualmente, como veremos por arreglos políticos e incluso estructuras confederales. Para más información véase: Wallerstein: 2009: 21
[2] Para más información véase: Acemoglu -  Robison,  pg. 121.
[3] Acemoglu -  Robison: 2012: 123  
[4]  Acemoglu  - Robison 2012, pg. 123.
[5] Acemoglu - Robison, pg.  126
[6] Wallerstein: 2009: 143
[7] Para más información véase: Romano 1993, pg. 161
[8] Las poblaciones aborígenes de América al igual que otras sociedades eran considerados idolatras sin embargo no fueron esclavizados, tal  como es el caso de los africanos, puesto que ellos  no era su culpables de  que previo a la invasión no haya llegado un español a América a enseñar las doctrinas cristianas. Romano 1993, pg. 161. 
[9] Romano, pg. 162.
[10] Romano: 1993: 165
[11] Romano:1993: 165
[12] Romano: 1993: 165
[13] Romano: 1993: 166
[14] Romano: 1993: 168
[15] Romano 1993, pg. 169.
[16] Romano: 1993: 169
[17] Romano 1993, pg. 173.
[18] Romano: 1993: 174
[19] Romano: 1993: 178
[20]  Karol -  Tandeter: 200: 31
[21] Romano: 1993:184 - 185
[22] Bowser :1997: 44
[23] Romano 1993, pg. 192 – 199