jueves, 7 de febrero de 2013

INNOVACIÓN E INGENIO MILITAR: JULIO CÉSAR Y LAS GUERRAS DE LAS GALIAS



Jhon Michael Napán Napán
E.A.P. Historia - UNMSM
jianferal@hotmail.com 


Sumilla:
Roma en el siglo II sufrió una serie de cambios, a nivel social y político, uno de esos cambios se hizo reflejar en una nueva estructuración del ejército (las reformas de Mario) que a la vez estuvo relacionada con la expansión a territorios en la parte  nororiental de Roma. En este contexto resalta la figura de Julio Cesar y su incursión en la Galias, quien utilizando  su ingenio e innovación militar se enfrentó a los poderes locales por muchos años (58 - 50 a.d.C) obteniendo muchas victorias, y logrando finalmente la ansiada pacificación de esta zona. Este trabajo pretende a partir de los Comentarios sobre la guerra de las Galias de Julio Cesar[1], identificar el papel que jugaron las innovaciones militares en las  estrategias que emprendió el general para lograr su cometido, así mismo encontrar una determinante o relación entre la táctica de guerra y la estructura general militar.
Palabras claves: Julio César, Estrategias, Innovación, reforma militar.

1.    Antecedentes. Organización  militar y la reforma de Mario.
Roma fue fundada en la Edad de Hierro europea, hacia el año 800 a.d.C. Reducida al principio a una pequeña aldea a orillas del Tíber, fue creciendo hasta dominar Italia entera y más tarde toda la cuenca del Mediterráneo. Si bien la conquista de Italia duró 600 años, para someter los restantes territorios de Roma necesitó poco más de 100 años (CONOLLY 1981:6). En el siglo II a.d.C. Roma era una República. La conquista de Italia había llegado  a su fin y su dominio se extendía a la península Ibérica y áfrica noroccidental. Sus dos rivales, Cartago y Siria, habían sido ya derrotados y únicamente el Estado griego de Macedonia mantenía su actitud de desafío. En el año 168 a.d.C. las legiones romanas consiguieron, tras tres años de campaña infructuosas obligar a las fuerzas macedonias a librar una batalla de gran escala. La legendaria falange macedónica quedó destrozada en la localidad griega de Pidna, al pie de la escarpada vertiente del monte Olimpo. Así llegó a su fin el reino de Alejandro Magno, cuyo poder se extendió desde Grecia hasta la India. La estructura militar de estos tiempos se daba de la siguiente manera:
Antes de partir hacia Grecia, Paulo (cónsul) designó a sus oficiales de estado mayor (tribunos), cuya primera tarea consistía en reclutar soldados para sus legiones. En un determinado día del año, los romanos válidos para el servicio militar se reunían en el monte Capitolino, donde los tribunos seleccionaban a los hombres destinados a engrosar filas. (CONOLLY 1981:10-11).
Con este fragmento podemos entender la idea de reclutar soldados, que los romanos le daban el término de leva. Este modelo que para algunos es considerado como milicia (CREDIMAR 2005:27) fue el instrumento con el cual Roma había construido su imperio. El ejército romano era de composición ciudadana y para el servicio en las legiones se necesitaba la cualificación de propietario. El progresivo alejamiento de los frentes y la necesidad interrumpida sobre el territorio rompieron la tradicional alternancia cíclica del campesinado – soldado y dieron origen a una crisis del ejército. Las continuas guerras del siglo II a.d.C. no solo transformaron la realidad del ejército, sino las propias bases socioeconómicas del cuerpo cívico. Las riquezas del imperio, desigualmente repartidas, contribuyeron a acentuar las desigualdades sociales, y en una época donde el Estado tenía necesidad de un mayor contingente de reclutas, éstos tendieron a disminuir como consecuencia del empobrecimiento general y de la depauperización de las clases medias, que empujaron a las filas de los proletari a muchos pequeños propietarios, así se hizo más dificultoso el reclutamiento de los legionarios (CREDIMAR 2005:28).  A finales del siglo II a.d.C. se va a dar una profunda reforma en el ordenamiento militar, y va a estar a cargo de Cayo Mario. Si hasta entonces el servicio militar estaba unido al censo, es decir, a la calificación del ciudadano por su posición económica y, por ello, excluía a los proletari de la expresión romana que significa “productores de prole”, aquellos que no alcanzaban un mínimo de fortuna personal, Mario logró que se aceptase legalmente el enrolamiento de este grupo social en el ejército. Esta disposición dado por Mario, no solo obedecía a cuestiones socio estructurales, sino a  cuestiones prácticas, puesto que era necesario reclutar legionarios (para la guerra de Numida por ejemplo), en tal sentido el cónsul abrió acceso a las legiones a quienquiera que aspirase  a la ciudadanía romana, fueran o no propietarios. Los pobres se atropellaron para alistarse. Lejos de reclamar un rápido licenciamiento, esperaban continuar indefinidamente en ellas. Los cimientos de un ejército profesional estaban puestos (CONOLLY 1981:26). En el sistema antiguo las legiones eran enroladas cada vez que se iniciaba una nueva campaña, sin que llegara a consolidarse nunca un sentimiento definitivo de identidad y conocimiento del desenvolviendo en el campo de batalla. Por ejemplo en la campaña contra el germano Arivisto, Julio Cesar hizo alarde del sentimiento identitario del ejército romano, esto significó una envión anímica a toda la legión.
Ya en tiempo de nuestros padres se hizo prueba de semejantes enemigos, cuando en ocasión de ser derrotados los cimbros y teutones por Cayo Mario, la victoria, por opinión común, se debió no menos al ejército que al general. Hízose también no ha mucho en Italia con motivo de la guerra servil, en medio de que los esclavos tenían a su favor la disciplina y pericia aprendida de nosotros, donde se pudo echar de ver cuánto vale la constancia; pues a éstos, que desarmados llenaron al principio de un terror pánico a los nuestros, después los sojuzgaron armados y victoriosos. Por último, esos germanos son aquellos mismos a quienes los helvecios han batido en varios encuentros, no sólo en su país, sino también dentro de la Germania misma; los helvecios, digo, que no han podido contrarrestar a nuestro ejército. Si algunos se desalientan por la derrota de los galos, con averiguar el caso, podrán certificarse de cómo Ariovisto al cabo de muchos meses que sin dejarse ver estuvo acuartelado, metido entre pantanos, viendo a los galos aburridos de guerra tan larga, desesperanzados ya de venir con él a las manos y dispersos, asaltándolos de improviso, los venció, más con astucia y maña que por fuerza. Pero el arte que le valió para con esa gente ruda y simple, ni aun él mismo espera le pueda servir contra nosotros. (JULIO CÉSAR 1986:21)
Así mismo el conocimiento del desenvolvimiento en batalla o las ejecuciones, se hacían debido a la experiencia como militares profesionales, que sabían como actuar en determinadas ocasiones, y en algunos casos sin la presencia de su general. Esto también lo encontramos en los comentarios de Julio Cesar:
En medio de tantas dificultades dos circunstancias militaban a su favor: una era la inteligencia y práctica de los soldados, que como ejercitados en las anteriores batallas, podían por sí mismos dirigir cualquier acción con tanta pericia como sus decuriones; la otra haber intimado César la orden que ninguno de los legados se apartase de su legión durante la faena del atrincheramiento. Así que, vista la prisa y cercanía del enemigo, sin aguardar las órdenes de César, ejecutaban lo que parecía del caso. (1986:36)
Anteriormente la paga era muy escasa, además se exigía a cada soldado que adquiera su propia armadura[2]. Los nuevos legionarios eran pobres y en muchos casos no habrían podido proveerse de una protección adecuada; para paliar esta situación, la paga fue incrementada, y cada mes se le repartía sus raciones (JULIO CÉSAR 1986:14). Desde el momento en que todos los soldados podían proveerse de un equipo completo, la diferencia entre tropas pesadas y ligeras quedó abolida. Los velites de la época de Emilio Paulo, cuyo ligero armamento se reducía a un escudo y varios venablos, desaparecieron de la escena histórica (CONOLLY 1981:26). La gran unidad táctica básica, la Legión, sufrió una reforma radical. En lugar de los treinta manípulos de infantería pesada, se forman ahora diez cohortes, cada cual con su estandarte, compuestas por cinco o seis centurias de hombres. Se pierden los 1.200 hombres de la infantería ligera, pero el total legionario pasa de 4.500 a 6.000 hombres. El motivo de este cambio fue que la anterior organización, muy apta para luchar por los Apeninos o contra la poco móvil falange griega, resultaba demasiado vulnerable ante la acometida masiva y a la ligera de los germanos (DUARTE 2004:38). Así tenemos entonces que con la reforma de Mario se configuró una nueva forma de ejército, que a partir de entonces estaría formado por soldados profesionales, leales ya no al estado, sino a sus generales. Con el nacimiento de estas nuevas legiones, entramos en el corto pero brillante periodo de los generales aventureros (CONOLLY 1981:26).
2.    Entre innovación y estrategia: Julio Cesar en las Galias.
Hacía la época del nacimiento de César (100 a.d.C.) vastas hordas de germanos arremetieron contra el Sur y sólo tras un considerable derramamiento de sangre pudo garantizarse la seguridad de la península itálica. No obstante, 40 años después, las tribus comenzaban  a agitarse de nuevo. César vislumbró la oportunidad de conquistar gloria y fortuna y se dirigió, a la cabeza de sus legiones a Francia central donde se encontraban los helvecios. Éstos decidieron establecerse en zonas más productivas, conocida como la Galia Narbonense[3], a medida que avanzaban para llegar a su destino se dedicaron al pillaje entre las tierras de los eduos. Este hecho fue la excusa perfecta para que César les niegue el paso y al ver su caminos cortado, el enfrentamiento fue inevitable. Fue en la batalla de Bibracte donde Julio César obtiene su primer triunfo (con solo cuatro legiones), Gil considera que logró derrotar a los helvecios gracias a la mejor calidad de sus espadas, las gladius romanas eran más cortas y manejables que las largas espadas galas (2004:48), Julio César retrata este evento de la siguiente manera:
Los soldados, disparando de alto a bajo sus dardos, rompieron fácilmente la empavesada enemiga, la cual desordenada, se arrojaron sobre ellos espada en mano. Sucedíales a los galos una cosa de sumo embarazo en el combate, y era que tal vez un dardo de los nuestros atravesaba de un golpe varias de sus rodelas, las cuales, ensartadas en el astil y lengüeta del dardo retorcido, ni podían desprenderlas, ni pelear sin mucha incomodidad, teniendo sin juego la izquierda, de suerte, que muchos, después de repetidos inútiles esfuerzos, se reducían a soltar el broquel y pelear a cuerpo descubierto. Finalmente, desfallecidos de las heridas, empezaron a cejar y retirarse a un monte distante cerca de una milla (1986:15)
Pero según el relato de César, no solo juegan un papel importante las espadas, sino también los dardos. En este punto hay que decir que fue Mario quien observó que la larga varilla de hierro de este tipo de pilum no se doblaba siempre al chocar y que el enemigo se deshacía de ellas. Por consiguiente, decidió sustituir uno de los remaches por un tarugo de madera que quedaba hecho astillas tras el choque (CONOLLY 1981:35). En la batalla con Ariovisto en el año 58 a.d.C. (victoria romana aplastante en Vosgos) los germanos ya tenían en cuenta el potencial de las lanzas, aún así, no pudieron hacer nada ante las espadas y el ordenamiento militar profesional de César.
…y empezó el ataque desde su ala derecha, por haber observado caer allí la parte más débil del enemigo. Con eso los nuestros, dada la señal, acometieron con gran denuedo. Los enemigos de repente se adelantaron corriendo, para que a los nuestros no quedase lugar bastante a disparar sus lanzas. Inutilizadas éstas, echaron mano de las espadas. Mas los germanos, abroquelándose prontamente conforme a su costumbre, recibieron los primeros golpes. Hubo varios de los nuestros que saltando sobre la empavesada de los enemigos y arrancándoles los escudos de las manos, los herían desde encima.
Como mencionamos anteriormente, el ejército romano era profesional, formado por tropas de línea, hombres solteros en su mayoría y soldados de profesión; a diferencia del “ejército” de Ariovisto que estaba conformado por milicias, es decir, por todos los hombres de una “nación” capaces de empujar las armas. Como anotaría más tarde Napoleón “nada hay, pues, de extraordinario en los éxitos obtenidos por César en es campaña, lo que no disminuye, por otra parte, la gloria que tiene merecida” (JULIO CESAR 1986: 29). Y no disminuye por el hecho de que es Julio César un personaje principal en la incursión de las Galias, con esto no solo se quiere ver la corta duración, el tiempo breve, al individuo y al acontecimiento (BRAUDEL 1982:64), sino ver desde su repercusión coyuntural (después de las reformas de Mario). Con esta aclaración previa, es pertinente hablar de las estrategias particulares (denominado por Braudel  como acontecimiento explosivo, detonante) para entender las repercusiones posteriores (para nuestro caso la guerra), así mismo los antecedentes que llevan a explicar la misma. En los  Comentarios sobre la guerra de las Galias encontramos una serie de estrategias militares que van desde la ubicación y posicionamiento del ejército, hasta la construcción de materiales de guerra, ingeniería militar (espadas, galerías, torres, puentes), que para fines prácticos del trabajo le denominamos innovación.
Una de las primeras estrategias, o también llamadas tácticas de guerra fue la que se dio contra Ariovisto y fue de la siguiente manera.
Al otro día César, dejando en los dos campos la guarnición suficiente, colocó los auxiliares delante del segundo a la vista del enemigo, para suplir en apariencia el número de los soldados legionarios, que en la realidad era inferior al de los enemigos. Él mismo en persona, formado su ejército en tres columnas, fue avanzando hasta las trincheras contrarias. Los germanos, entonces, a más no poder salieron fuera, repartidos por naciones a trechos iguales, harudes, marcómanos, tribocos, vangiones, nemetes, sedusios y suevos, 33 cercando todas las tropas con carretas y carros para que ninguno librase la esperanza en la fuga.
La apariencia y la división de sus legiones para luego atacar fue una de las tantas tácticas que el César utilizaría, pero la división no solo se haría con sus legiones, otra de sus estrategias fue dividir al enemigo para de esa manera mermar la fuerza de ataque. En la incursión contra los belgas hará alarde de ello:
César, esforzando a los remenses, y agradeciéndoles sus buenos oficios con palabras muy corteses, mandó venir a su presencia todo el Senado y traer a los hijos de los grandes por rehenes. Todo lo ejecutaron puntualmente al plazo señalado. Él, con gran eficacia exhortando a Diviciaco el eduo, le persuade lo mucho que importa al bien común de la república el dividir las fuerzas del enemigo, para no tener que lidiar a un tiempo con tantos; lo cual se lograría si los eduos rompiesen por tierras de los beoveses y empezasen a talar sus campos. Dado este consejo, le despidió. Ya que tuvo certeza por sus espías y por los remenses, cómo unidos los belgas venían todos contra él, y que estaban cerca, se anticipó con su ejército a pasar el río Aisne, donde remata el territorio remense, y allí fijó sus reales, cuyo costado de una banda quedaba defendido con esta postura por las márgenes del río, las espaldas a cubierto del enemigo, y seguro el camino desde Reims y las otras ciudades para el transporte de bastimentos.
Una vez que derrotó a los belgas, César se dedica a someter a las tribus de la zona occidental sin grandes apuros, en la marcha contra los suesones, fronterizos de los remenses, encontraría resistencia en la ciudad de Novo (Beauvais) protegida con sus altas torres, es allí donde encontramos la utilización de la ingeniería de guerra (las galerías y las bastidas), que posteriormente fueron mejoradas en el asedio en Avarico (Avaricum)
En esto todas las tropas de suesones que venían huyendo se recogieron la noche inmediata a la plaza. Mas asestadas sin dilación las galerías, formando el terraplén, y levantadas las bastidas; espantados los galos de la grandeza de aquellas máquinas, nunca vistas ni oídas, y de la presteza de los romanos en armarlas, envían diputados a César sobre la entrega, y a petición de los remenses alcanzan el perdón.

La galería es un “camino defendido lateralmente por maderos clavados al suelo y techado con tablas cubiertas de materias poco combustibles construido en terreno expuesto a los tiros de una plaza, para poder acercarse a su muralla” y la bastida era una “torre de asalto sobre ruedas para acercarse a la muralla” (RAE: 2012). No hay que sorprendernos de la conmoción que haya suscitado entre los combatientes bárbaros, puesto que estos poseían escasísimas nociones de la guerra, que ignoraban el arte de tender un puente, de levantar rápidamente un atrincheramiento, de construir una torre,  etc.  Un ejemplo de ello se da con la persecución a los Helvecios quienes cruzaban el Ródano con balsas y barcones. “Los helvecios, espantados de su repentino arribo [de las legiones del César], viendo ejecutado por él en un día el pasaje del río, que apenas y con sumo trabajo pudieron ellos en veinte, despáchanle (sic) una embajada…”. Pero sin lugar a dudas, el sistema de puentes más exitoso  e innovador será el que se construya en el Rin. El Rin era el río mayor y más potente que los romanos habían visto nunca. Raro era el lugar en que tenía menos de  medio Kilometro de anchura. Para cruzarlo debió recurrirse a embarcaciones, y se daba por descontado que era imposible la construcción de un puente sobre el río (CONOLLY 1981:28), los “puentes” militares que utilizaban las legiones romanas en esa época eran barcazas que se amarraban entre sí y de la misma forma se colocaba entre ellas una vía de paso. Pero para cruzar el Rin era necesaria una construcción más sólida, por lo cual César decidió construir una serie de armazones de madera, sobre los que apoyar la vía. Conolly nos dice que es muy probable que dicha construcción la hayan realizado en Coblenza, donde el río tiene aproximadamente medio kilómetro de anchura y más de ocho metros de profundidad. Sobre la construcción César lo describe de la siguiente manera

…La traza, pues, que dio 75 fue ésta. Trababa entre sí con separación de dos pies dos maderos gruesos pie y medio, puntiagudos en la parte inferior, y largos cuanto era hondo el río; metidos éstos y encajados con ingenios dentro del río, hincábanlos con mazas batientes, no perpendicularmente a manera de postes, sino inclinados y tendidos hacia la corriente del río. Luego más abajo, a distancia de cuarenta pies, fijaba enfrente de los primeros otros dos trabados del mismo modo y asestados contra el ímpetu de la corriente; de parte a parte atravesaban vigas gruesas de dos pies a medida del hueco entre las junturas de los maderos, en cuyo intermedio eran encajadas, asegurándolas de ambas partes en la extremidad con dos clavijas; las cuales separadas y abrochadas al revés una con otra, consolidaban tanto la obra y eran de tal arte dispuestas, que cuando más batiese la corriente, se apretaban tanto más unas partes con otras. Extendíase por encima la tablazón a lo largo, y cubierto todo con travesaños y zarzos, quedaba formado el piso. Con igual industria por la parte inferior del río se plantaban puntales inclinados y unidos al puente, que como machones resistían a la fuerza de la corriente; y asimismo palizadas de otros semejantes a la parte arriba del puente a alguna distancia, para que si los bárbaros con intento de arruinarle, arrojasen troncos de árboles o barcones, se disminuyese la violencia del golpe y no empeciesen al puente.

Así se construyó el puente en tan solo diez días,  a través del cual condujo a su ejército a la otra orilla, pero así mismo ocho días después las legiones se retiraban y destruían tras ellas el recién construido puente.
Después de la expedición  Germania, César se dedico a su proyecto de invasión de Bretaña (55 a.d.C.). Con sus tropas, atravesó el canal dos veces en dos años sucesivos, pero su intención, al parecer, era la de impresionar, no a las tribus locales de Bretaña, como en el caso de Germania, sino al Senado romano. Como anteriormente, se retiró sin dejar huella.  En un principio etnias galas se mostraban de manera amigable con los romanos, pero luego comenzaron a constatar que no tenían intenciones de marcharse. Durante el invierno de los años 54 – 53 a.d.C. las etnias del noreste se levantaron y atacaron los campamentos romanos. Una legión y media fueron exterminadas, pero la revuelta fue solo parcial y terminó en un fracaso (CONOLLY 1981:29). Como decíamos anteriormente, la situación en las galias se ponía más tensa, debido a que los romanos no consideraban a estos como sus aliados, sino como etnias conquistadas. En la primavera del año 52 a.d.C. las etnias se sublevaron de nuevo, pero esta vez bajo la dirigencia de Vercingétorix. Para esto los galos habían planeado una estrategia de tierra arrasada, se retiraban dejando tras de ellos solo cenizas de aldeas y cultivos. El pueblo de Avaricum (considerada la ciudad más bella de la Galia) confiaba en la defensa sus muros y se negó a abandonarla y quemar cultivos. El César llega a las puertas  y no se amilana ante sus murallas es así que decide “…formar el terraplén, armar las baterías y levantar dos bastidas, porque la situación impedía el acordonarla” (JULIO CÉSAR 1986:116), la estructura se armó de la siguiente manera:

Tiéndense en el suelo vigas de una pieza derechas y pareadas, distantes entre sí dos pies, y se enlazan por dentro con otras al través, llenos de fagina los huecos; la fachada es de gruesas piedras encajonadas. Colocado esto y hecho de todo un cuerpo, se levanta otro en la misma forma y distancia paralela, de modo que nunca se toquen las vigas, antes queden separadas por trechos iguales con la interposición de las piedras bien ajustadas. Así prosigue la fábrica hasta que tenga el muro competente altura. Éste por una parte no es desagradable a la vista, por la variedad con que alternan vigas y piedras, unas y otras en línea recta paralela sin perder el nivel; por otra parte es de muchísimo provecho para la defensa de las plazas, por cuanto las piedras resisten al fuego, y la madera defiende de las baterías, que como está por dentro asegurada con las vigas de una pieza por la mayor parte de cuarenta pies, ni se puede romper ni desunir. (JULIO CÉSAR 1986:118)

César construye así un torreón de 100 metros de ancho y 300 metros de largo que se acerca sobre una rampa sobre las murallas y cuando está el torreón a la altura de sus murallas, desciende una trampilla sobre ellas que sirve de trampolín a los romanos, haciendo inútiles las altas murallas de la ciudad (GIL 2004:62). Los romanos “no perdonaban ni a viejos, ni a mujeres, ni a niños. Basta decir que de cuarenta mil personas se salvaron a penas ochocientas” (JULIO CÉSAR 1986:120). Luego de la toma de Varicum siguieron los enfrentamientos, Vercingétorix continuó su retira hasta Gergovia donde se hizo fuerte, las legiones intentaron tomar la colina, pero fracasaron. Por primera vez, César sufría una derrota y con esto la moral de los galos subió. Su caballería lanzó un ataque contra las legiones, pero los jinetes germanos -recientemente reclutados por César- las salvaron del desastre. Los galos fueron derrotados y Vercingétorix se retiró a Alesia, donde se preparó para resistir un asedio. Así llegamos ante un hecho importante en lo que es la innovación y estrategia militar combinada, además el punto crucial que significaría la pacificación de la Galia. Así

Informado César de estos proyectos por los desertores y prisioneros, formó de esta suerte las líneas: Cavó un foso de veinte pies de ancho con las márgenes aniveladas, de arte que el suelo fuese igual en anchura al borde; todas las otras fortificaciones tirólas a distancia de cuatrocientos píes de este foso, por razón de que habiendo abarcado por necesidad tanto espacio, no siendo fácil poner cordón de soldados en todas partes, quería evitar los ataques improvisos o nocturnos del enemigo, y entre día los tiros contra los soldados empleados en las obras. Después de este espacio intermedio abrió don zanjas, anchas de quince pies y de igual de altura; la interior llenó de agua, guiada del río por sitios llanos y bajos. Tras éstas levantó el terraplén y estacada de doce pies, guarnecida con su parapeto y almenas con grandes horquillas a manera de asta de ciervo, sobresalientes entre las junturas de la empalizada, para estorbar al enemigo la subida. Todo el terraplén cercó de cubos, distantes entre sí ochenta pies…
Concluidas estas cosas, siguiendo las veredas más acomodadas que pudo según la calidad del terreno, abarcando catorce millas, dio traza cómo se hiciesen otras fortificaciones semejantes, vueltas a la otra banda contra les enemigos de fuera, para que ni aun con mucha gente, si llegase el caso de su retirada, pudiesen acordonar las guarniciones de las trincheras, y también porque no se viesen, obligados a salir de ellas con riesgo, manda que todos hagan provisión de pan y heno para treinta días.
De esta manera se obtiene una muralla de maderas reforzadas con torres de vigía y de defensa que rodean la ciudad por completo en un perímetro de 15 millas (unos 27 Kilómetros). En el interior de ese perímetro existían trampas. Con la intención de cuidarse de un eventual ataque,  construye un nuevo perímetro (38 kilómetros) para protegerse las espaldas dejando un espacio de unos 200 metros entre el perímetro interior y exterior, para maniobrar en caso de ataque y donde ubica 23 campamentos de legionarios (GIL 2004:66). Con el asedio pronto faltaron alimentos entre los galos, en un acto de desesperación Vercingétorix expulsó a todos los que no podían combatir  (ancianos, mujeres y niños) y suplicó a César que los aceptase, este hizo caso omiso  por lo que acabaron por morir de hambre. Finalmente aparece el tan ansiado “ejército” de refuerzo galo. Una formidable masa de más de 250 000 guerreros, lanzan un asalto brutal sobre las defensas romanas, que se muestran muy eficaces. Es una lucha de la ingeniería romana contra la fuerza bruta gala. Y una vez más, la falta de liderazgo y concepción individual de los galos en la batalla hacen que no se produzcan ataques simultáneos organizados (GIL 2004:67).

3.     A modo de Conclusión.
Esta parte del trabajo quiero iniciarla con una frase que corresponde a Jean Paul Sartre que se encuentra en la parte inicial del libro Apogeo y crisis de la República Aristocrática cuyos autores son Alberto Flores Galindo y Manuel Burga:
Yo pensaba que si la verdad es una, es menester, como ha dicho Gide de Dios, no buscarla en ningún lugar que no sea en todo. Cada producto social y cada actitud, la más intima, la más pública, encarnan alusivamente esa verdad. Una anécdota refleja toda una época lo mismo que una constitución política.
Lo que quiero decir con esta frase es algo simple, y es que la guerra de las Galias como anécdota encarna una verdad incuestionable, y es la transición de lo que es la República hacia el Imperio (expansión, control de colonias, poder absoluto) esto a la vez se encuentra avalado dentro de una crisis coyuntural que se inicia en el siglo II y que conlleva a una serie de cambios, uno de estos cambios se verá reflejado en la opción de incluir a los más pobres dentro de los planes republicanos, y es el caso de la reforma militar, con la cual los proletari tienen la opción de ser ciudadanos. Así mismo la reforma militar va a reflejar la innovación y estrategias (nuevas espadas, la construcción de torres, galerías, puentes) que se pondrán en práctica en el campo de batalla, esto solo se logró debido a que el ejército era profesionalizado, joven y,  con un sentido identitario, que reciben un sueldo, además la presencia de generales (como el caso de César) que se muestran como guías y figuras importantes para superar las barreras de la guerra, y que no solo lo hacen por “amor patrio”, sino por conseguir un posicionamiento importante en Roma.

BIBLIOGRAFÍA
BLANCH NOUGUÉS, José María (2011). “Una visión histórica y jurídica sobre el ejército romano”. En: Anuario Jurídico y Económico Escurialense, XLIV p. 29-48
BRAUDEL, Fernand (1982). “La larga duración”. En: La historia y las Ciencias Sociales. Madrid: Alianza Editorial. pp. 60 -106.
CAYO, Julio César (1986). La guerra de las galias. Con las notas de Napoleón. (José Goya Muniáin y Manuel Balbuena, Trads.). Barcelona, España: Orbis. 163 pp.
CONNOLLY, Peter (1981). La legiones romanas. (José Ferré Grau, Trad.). Madrid, España: Espasa Calpe. 77 pp.
CREDIMAR EDICIONES (2005). Historia Universal, Roma I. (Vol.7.) Lima: Quebecur World Perú. 98 pp.
DUARTE, Antonio (2004). El ejército romano (2 ed.). Murcia.112 pp.
GIL SÁNCHEZ, José Manuel (2004). El gran Julio Cesar. 96 pp.
ROSTOVTZEFF, M. (1977). Roma: De los orígenes a la última crisis. (4 ed.)(Tula Núñez de la Torre, Trad.) Buenos Aires: Editorial Universitaria de Buenos Aires. 179 pp.
SIERRA ESTORNÉS, David (2012). “Las legiones romanas de época monárquica y republicana: Un ejército armado por el estado”. En: Antesteria Nº 1, pp. 483-495.




[1] Para este trabajo hacemos uso de la edición Orbis del año 1986, con la traducción del señor Goya Muniáin.
[2] Un nuevo estudio sobre este tema, a través del análisis de las fuentes literarias, afirma que no se ha encontrado una sola referencia que indique específicamente que los legionarios eran propietarios de sus armas, así apuesta por la posibilidad de que durante la época monárquica y republicana fuera el Estado el que equipara a sus legionarios para a guerra (SIERRA 2012:493 – 494). Esta afirmación abre un debate en torno a los beneficios dotados por el estado tras la reforma de Mario.
[3] Para los romanos existían tres Galias, 1) Galia Cisalpina, desde los Alpes hasta el río Rubicón. Hoy en día forma parte de Italia y es la zona que llamamos los Alpes italianos; 2) Galia Narbonense, o la Galia con gente togada. Es decir que vestían como los romanos y por tanto estaban romanizados. Era una provincia habitada por romanos y celtas; 3) Galia Transalpina (llamada Galia cabelluda) esta Galia se dividía a su vez en tres partes: la Bélgica al norte, la Céltica al centro y la Aquitania al sur. (GIL 2004,43)

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