miércoles, 26 de octubre de 2011

Por la Laguna de las sombras



La juventud cordovés en San Marcos

Por Luis Paliza Sanchez.

Han pasado más de 90 años desde que la Reforma universitaria, proclamada en Argentina y expandida en América, tuvo su estallido y difusión. Para el caso peruano, en el 1919 se formó una Comité de la Reforma universitaria, encabezada por estudiantes de tendencia progresista, entre ellos Haya de la Torre, Raúl Porras Barrenechea, Luis Alberto Sánchez, el joven Basadre, etc., quienes guiados por la divisa: “Pensar y hacer por el Perú y para el Perú” –como exponen en su manifiesto–, se proclaman para criticar su situación universitaria, presentándola como un recinto de mediocridad y de atraso académico, además de mantener un espíritu secular y colonial; pero también proponen un nuevo rostro para la universidad que oriente la vida nacional, adicionalmente, un valor académico y cultural. La historia ya es conocida: Las luchas estudiantiles, las marchas y huelgas, las tomas de facultades, la clausura de la universidad, los enfrentamientos con la policía, los congresos de estudiantes en el interior como en el exterior del país, etc.

¿Básicamente, que demandaba el Comité de Reforma universitaria?, las cátedras libres, la representación estudiantil en el Consejo universitario, la supresión de listas, entre otras. Consecuentemente, los congresos acontecidos en Argentina y el Cuzco determinaron nuevos puntos sobre la relación del estudiante con la universidad. ¿Cuánto de estas demandas se han cumplido hasta la hoy en día?, sinceramente, muy pocas. Las autoridades máximas de las universidades públicas, incluida San Marcos, ha hecho que el estudiante se oponga a ellas. No hay una legitimidad de las autoridades por los estudiantes; así como tampoco lo hay por el movimiento estudiantil, que no es más que una farsa de unos cuantos alumnos desfasados que desean eternizarse en su Alma Mater.

Setiembre de 1984, el diario oficial El Peruano publica el Estatuto de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos que increíblemente hasta hoy es vigente y que algunos docentes y estudiantes llevan gustosamente, declamando cada artículo como un versículo bíblico. ¿Por qué la defensa y obsesión por mantener este estatuto o Ley que rige las universidades peruanas en pleno siglo XXI?, sin caer en las penosas frases de estudiantes eternos, como en sus discursos alborotados y radicales, apasionados por los dogmas decimonónicos, su credo está en función de una universidad popular al servicio del pueblo. ¿Qué significa esto?, una universidad donde los estudiantes de bajos ingresos tengan residencia gratuita, no importa que tengan más de cinco años (porque algunos ya tienen más de diez años) viviendo allí; donde el comedor sea para todos los estudiantes, también para los compañeros eternos que sobreviven de esta gratitud; donde los estudiantes tengan representación en los órganos de gobierno, sin importarles que si estudian o no, o, sencillamente, si dedican a ser operadores políticos de grupos de docentes para que puedan obtener un cargo y sólo ellos puedan escoger las autoridades, llámese rector y vicerrectores (ya tenemos las experiencias de las elecciones de Izquierdo y Cotillo); ¿qué más?, bueno, se rehúsan a que el bachillerato y la titulación sea obligatoriamente con tesis y el conocimiento de un idioma extranjero; estos amigos lo llaman “¡privatización de la universidad, compañero!”. Este discurso estudiantil es de aquellos que aún proclaman la Reforma de Córdova, sí, la del siglo pasado. Ellos son la juventud cordovés de San Marcos que apuestan por volver al siglo XX.

Estas últimas semanas han empezado, por varias iniciativas estudiantiles y políticas, en poner en debate el tema universitario y las propuestas de ley de Sergio Tejada y de Jorge Rimarachin. Siendo el Voto Universal para la elección de autoridades (rector y decanos) quizá la más interesante, pues esto ayudaría a reconocer a nuestras posibles autoridades y no como el sistema de hoy donde la corrupción y la pactismo hace ganar a “desconocidos” sin importarles el devenir de la universidad, sino únicamente sus intereses y favores políticos. De igual manera, la remuneración de los docentes, de las presentación y sustitución de tesis para la titulación, su relación con las demandas de la sociedad, etc. Poner en debate esta propuesta, agregándole mejoras, seguramente, con la colaboración del estudiantado que busca una universidad de calidad, se puede lograr un viraje universitario. Una ley que apueste por una universidad abierta al futuro.